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Susan Abulhawa

  • Alejandra Arévalociteerde uit9 maanden geleden
    —Hay algo extraordinario en el hecho de ser rechazada por tu propia madre —le dijo a Nzinga—. Te empobrece el alma. Te deja llena de agujeros y te pasas la vida intentando rellenarlos. Con lo que sea que encuentras. Con comida. Con drogas y alcohol. Con todos los hombres equivocados que sabes que te abandonarán, para así quizá reproducir el dolor original. Lo haces para sentir el abandono una y otra vez, porque es lo único que recibiste de tu madre. Y es lo único que sabes hacer para recuperarla
  • Alejandra Arévalociteerde uit9 maanden geleden
    «Te sientes como un niño jugueteando con una lupa, quemando hormigas.»
    Palabras de un soldado israelí al atacar Gaza
  • Alejandra Arévalociteerde uit9 maanden geleden
    «Pero nunca antes había visto a soldados atraer a niños como a ratones a una trampa y asesinarlos por diversión».
    Chris Hedges
  • Alejandra Arévalociteerde uit9 maanden geleden
    Las incertidumbres y precariedades de la ancianidad, una enfermedad que remitía en el interior del cuerpo de una madre, padres y hermanos sin trabajo, un hijo que regresaba tras una vida entre barrotes, un bebé en un vientre soltero y el potencial de una niña —confinados por un océano y buques de guerra al oeste, vallas electrificadas y francotiradores al este, y formidables ejércitos en los extremos norte y sur— podían ser redimidos
  • Alejandra Arévalociteerde uit9 maanden geleden
    Yo estuve allí con las mujeres de mi vida. Estaba en los colores. En los púrpuras, magentas y corales de un sol exhausto. En el azul entre el cielo y el agua.
    Estuve allí, observando. Sus conversaciones y su risa anclaban la tierra, metían la orilla bajo el agua, tendían el cielo y lo decoraban con las estrellas y la luna y el sol. Todo esto sucedió en Gaza. Sucedió en Palestina. Y yo me quedé el tiempo que pude.
  • Beth Luriiaciteerde uit9 maanden geleden
    —No diré nada —prometió Rhet Shel levantando la vista hacia el hosco rostro del hombre—. Soy muy buena guardando secretos.
    Nur se arrodilló y escudriñó la cara de Rhet Shel. Le dio un beso y la abrazó un instante antes de emprender el camino de regreso.
    —Pero no te guardes secretos de nosotras —dijo Nur.
  • Silvia Arenasciteerde uit9 maanden geleden
    Las lágrimas se convirtieron en una suerte de refugio. Un lugar en el que cobijarse para sentir algo en medio de un naufragio que reclamaba el aturdimiento. Para muchos, no era más que una antesala donde aguardar a la muerte. La esperanza se antojaba una vulgaridad en esta fatídica hora, y la idea de la muerte era tan reconfortante y atrayente que nadie hablaba, no fuera que las palabras dieran al traste con la seducción de un final apacible.
  • Silvia Arenasciteerde uit9 maanden geleden
    El rechazo de mamá arrojó a Nur a un lugar más inalcanzable aún. Nadie en Gaza podía entender cómo aquella mujer que lo tenía todo —libertad para viajar y vivir donde deseara, libertad para vivir segura, para elegir la educación de su elección, para trabajar y ganarse la vida, la bendición de un cuerpo sano y un futuro prometedor— podía estar sufriendo de forma tan incomprensible.
  • Silvia Arenasciteerde uit9 maanden geleden
    . Todo el mundo preguntó qué celebraban, y aceptaron la respuesta de Haje Nazmiyeh, por desconcertante que esta fuera: «Porque la vida es mágica y nos da segundas oportunidades que hay que celebrar».
  • Silvia Arenasciteerde uit9 maanden geleden
    La naturaleza de Nur quedó desprotegida. Empezó a moverse por el mundo con una suerte de indefensión, atrayendo a protectores y depredadores por igual. Ella era la mejor educada de todos nosotros. La más privilegiada. La que tenía más oportunidades, más posibilidades y un futuro mejor asegurado. Pero también era más palpable su dolor, y su fortaleza bebía de la idea de sentirse necesitada. De modo que aprendimos a proteger a Nur necesitándola.
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