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Katherine Arden

  • Edciteerde uitvorig jaar
    A Iván II lo llamaban Iván Krasni o Iván el Justo. Ya no era joven, pues debía de tener unos treinta años,
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Cuanto antes, mejor. No tienes el peso suficiente ni la fuerza para llevar un embarazo y, si por algún milagro lo consiguieras, te mataría. Ya le has dado tres hijos a tu marido y tienes una niña, ¿para qué necesitas otra?
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Dunia, debo tenerla: será como mi madre.
    —¡Como tu madre! ¿La doncella harapienta que apareció sola y a caballo desde el bosque? ¿La que se convirtió en una sombra de sí misma porque no soportaba vivir entre tapices bizantinos? ¿Te has olvidado de la vieja gris en la que se convirtió? ¿
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    La Rus era cristiana desde que Vladímir había bautizado a todo Kiev en el Dniéper y había hecho arrastrar a los dioses viejos por las calles. Con todo, la tierra era vasta y los cambios llevaban tiempo. Quinientos años después de la llegada de los monjes a Kiev, la Rus todavía vibraba con los poderes de lo desconocido y algunos de ellos se reflejaban en la sabia mirada de aquella princesa extraña
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Pero el poder es un derecho natural de las mujeres de su linaje. Olga es más hija tuya que mía, pero esta… —dijo, y levantó la mano para acunar un bebé invisible—. Esta será distinta
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Dunia había sido su aya en Moscú y la había seguido a casa de su marido para criar a sus cuatro hijos. Decía lo que se le antojaba
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Piotr agradecía su buena fortuna. Su esposa era tan sabia como hermosa; la amaba, y ella a él. Pero Marina nunca hablaba de su madre y él no le preguntaba. Su hija, Olga, era una niña normal y corriente, guapa y obediente. No necesitaban otra y mucho menos una heredera de los supuestos poderes de una abuela extraña
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    l deber de las mujeres era tener hijos. Su esposa ya le había dado cuatro, aunque seguro que aún podía tener otro bebé. Si la criatura tenía alguna rareza, ya se ocuparían de ello en su momento
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Y ahora —preguntó Moroz-ko—, estás calentita, mi bien?». A pesar de que el frío casi le impedía hablar, Marfa contestó: «Mucho, muy calentita, gracias»
  • Dianela Villicaña Denaciteerde uit2 jaar geleden
    Deshazte de ella —dijo Dunia al día siguiente—. Me da igual si llevas a una niña o a un príncipe o a un profeta de la antigüedad
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