Quién eres? —preguntó ella, y su voz había cambiado. Era más rica, más compleja, como un acorde comparado con una nota. También era más oscura, y con eso la extravagancia del momento desapareció. Ya no llevaba lunas en la muñeca, ni había una luna visible en el cielo. El mundo pareció oscurecerse, y Lazlo, al levantar la mirada, percibió la luz de la luna solo como un halo en los bordes de la ciudadela.
—Lazlo Strange —respondió, poniéndose serio—. A tu servicio.
—Lazlo Strange