Cuando llegue a la superficie, no era el mismo hombre que siempre había
sido.
Mi vida había sido una interminable y tenebrosa medianoche. Había sido, por
necesidad para mí, siempre media noche. ¿Así que como era posible que el sol
saliera justo en mi medianoche?
Me convertí en vampiro, cambiando mi alma y mi mortalidad, a través de una
transformación dolorosa, para finalmente congelarme. Mi cuerpo se había
convertido en algo como la roca en vez de piel, endurecida y sin encanto. Yo
mismo, me había congelado —mi personalidad, lo que me agradaba, lo que no,
mis modos y mis deseos— todos se habían congelado.
Fue lo mismo para los demás. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes.
Cuando el cambio nos llegaba, nos era permanente. Lo vi pasar con Carlisle, y
una década después con Rosalie. El amor los había cambiado