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Stephen King

El juego de Gerald

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  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    —¡No creo que seas nadie! —caramillea Raymond Andrew Joubert con su voz infantil ondulando en el aire. Corta como si fuera un cuchillo la atmósfera sobrecargada, excesivamente calurosa de la sala del tribunal—. ¡Estás hecha sólo de rayos de Luna!
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    Dejando a un lado otras circunstancias, Joubert sufre acromegalia, progresivo crecimiento de manos, pies y rostro que se produce por disfunción de la
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    —¡Jessie! —susurró con voz extasiada el Vaquero del Espacio
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    El desconocido estaba sentado en el asiento trasero, con sus sobrenaturalmente largas manos apretando ambos lados de la cabeza, igual que el mono que se niega a escuchar la voz del mal. Los negros ojos se clavaban en Jessie con un interés sublimemente vacío.
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    La puerta trasera batió contra el marco. Jessie lanzó una mirada nerviosa en aquella dirección y tuvo el convencimiento de que, durante unos segundos, vislumbró en la oscuridad de la entrada el rostro blanco y sonriente de la criatura. En cuestión de un instante, estaría fuera. Cogería una piedra, rompería la ventanilla y con una de las astillas del cristal de seguridad…
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    «Me parece imposible», pensó Jessie, «pero me veo ante algo que todavía está más asustado que yo».
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    «Y el cerebro… no te olvides del cerebro. El cerebro es Gerald, naturalmente. La casa está muerta y el cerebro se descompone».
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    «Domínate, muchacha. Respira hondo y conserva el control de ti misma».
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    «No es preciso que mantengas una relación profunda y significativa con la cama, Jessie… lo único que tienes que hacer es atravesar este jodido catre».
  • Marcela Cruz Luqueciteerde uit5 jaar geleden
    Era también el mismo suave olorcillo mineral que la había acosado durante todos aquellos años, desde que su padre la asedió durante el eclipse, pero ahora era bueno; ahora había dejado ya de ser el olor del miedo y la vergüenza para convertirse en el olor de la vida. Jessie lo inhaló, tosió después jubilosamente y abrió la boca para ponerla debajo de la corriente de agua que salía del grifo.
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