RECORDAR Y PENSAR
El consejo que se suele dar a los autores jóvenes es que escriban de lo que conocen. Es un mal consejo. Cuando se es joven hay que dar rienda suelta a la imaginación. Pero, para los autores de más edad, el consejo es bueno; ahora urge dar sentido a lo vivido. Recordar, sin embargo, puede ser peligroso. En un café, sentado en silencio con un cigarrillo prohibido en la mano –el placer a los ochenta años es, con razón, más importante que la salud–, uno se pierde fácilmente en sus cavilaciones. Estos recuerdos podrán resultar aburridos o irrelevantes para los demás. Hay que preguntarse si algo de lo que te sucedió en el pasado puede importarle a la gente cuya vida difiere de la tuya. Hay que disciplinar el recuerdo.