Sobre la libertad

En otras palabras, las drogas nos pueden provocar una sensación de libertad casi inigualable a la vez que, con el tiempo, disminuyen el espacio de nuestra vida para ejercer la libertad.

Después de todo, la dolorosa paradoja de algunas sustancias, al menos para algunas personas, es que brindan acceso a sentimientos de libertad, alivio, sociabilidad o comprensión, pero ese acceso se puede transformar, a veces sin previo aviso, en una aguda sensación de bloqueo, desesperación o alienación.

l mito es que se accede por medio de la voluntad o la huida, más que mediante una aceptación radical, que incluye alguna variedad de desesperación.

Creo que “te” he perdido solo para descubrir que “yo” tampoco estoy», escribe Butler)

Para Butler, así es como debe ser. «Afrontémoslo», escribe. «Nos deshacemos unos a otros. Y si no, nos estamos perdiendo algo.»20

lo opuesto a la adicción no es la abstinencia, sino la conexión humana.

McCann contrasta esta noción de libertad con la manera de entenderla de los miembros de la milicia (y de muchos estadounidenses), que consideran que «la libertad es para las personas y sus propiedades, y para las corporaciones y el dinero». No hace falta decir que estas dos nociones de libertad están en franca contradicción.

si, como dice la física feminista Karen Barad, toda la materia «siente, conversa, sufre, desea, anhela y recuerda»

, la frecuencia con la que las drogas cobran vida en la literatura sobre drogas también nos invita a reflexionar si las drogas cobran vida porque las drogas están vivas.

Una y otra vez, los consumidores aportan la sensación de que las sustancias, lejos de ser «un objeto que no tiene deseo», tienen sus propias inclinaciones, sus propias exigencias, incluso parecen imbuidas de algo que podríamos llamar voluntad, libertad o deseo