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Amy Tintera

Venganza

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La esperada secuela de Ruina, por la aclamada autora de la serie Reiniciados.
AHORA TODOS HUYEN DE ELLA.
LA GENTE SUSURRA SU NOMBRE,
LO PRONUNCIA CON TEMOR.
ERA LO QUE SIEMPRE HABÍA DESEADO.
NO ES TAN PLACENTERO COMO CREÍA.
«Ruina es la mezcla perfecta de fantasía, aventura y romance. ¡Lo leí en una sola sentada!» Amie Kaufman, coautora de Illuminae y Atados a las estrellas
«Una aventura abrumadora y fascinante llena de magia, asesinatos y una historia de amor de infarto. ¡He ardido leyendo este libro!» MICHELLE KRYS, autora de Hexed
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319 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2018
Jaar van uitgave
2018
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Citaten

  • Solciteerde uit7 maanden geleden
    —Y hay otras cosas de las que tendría que hablarte —dijo Em en voz baja.
    Él puso la otra mano en su cuello para acercar su rostro.
    —Sea lo que sea, no importa ahora.
    Ella presionó los labios sobre los de él, al principio con suavidad. Él acarició su cintura en círculos y abrió las piernas para acercarla a él. Deslizó los dedos por debajo de la blusa de Em para explorar su espalda desnuda; a ella ya no le importó tener algo que decirle porque había olvidado cómo hablar.
    Subió al regazo de Cas dejando que sus rodillas descansaran a los costados de él. Por unos momentos separó sus labios de los suyos y se inclinó para atraparlos de nuevo.
    Ya lo había besado antes. Lo había besado incluso en esa cama. Pero ahora era diferente. Ahora su cuerpo estaba en llamas y su cerebro se había convertido en papilla. Nada más existía, sólo él y la calidez de su aliento sobre su boca.
    Em encontró la parte inferior de la camisa y la jaló hasta que él levantó los brazos. Ella se la quitó.
    Sus miradas se encontraron brevemente hasta que él volvió a besarla. Em recordaría por siempre cómo se veía Cas en ese momento: los ojos centelleantes, la barbilla elevada para poderla besar.
    Cas dio una suave mordida al labio inferior de Em y ella prácticamente descansó sobre sus brazos. Los dedos de él encontraron los botones de la blusa y lentamente los fue desabrochando. Mientras se la quitaba, rozó sus hombros desnudos. Em no llevaba nada debajo. Los labios de ella se curvaron hacia arriba; él respiró hondo.
    Ella le pasó los dedos por el cabello y los enroscó en sus suaves mechones. Las manos de Cas tocaban la piel desnuda de Em; ella decidió que nunca volvería a vestirse. Había pasado demasiado tiempo al lado de Cas con la ropa puesta.
    Él la tomó de la cintura y la apoyó contra el colchón. Ella envolvió sus piernas en las caderas de Cas mientras le rozaba la musculosa espalda con los dedos.
    Los labios de Cas ya no estaban junto a los de Em, ahora estaban en su cuello; luego fueron descendiendo hasta que todo el cuerpo de Em estalló en electricidad.
    Cas buscó a tientas los botones de los pantalones de Em; ella, riendo, vio cómo trataba de desabrocharlos sentado en sus piernas.
    —¿Quieres algo de ayuda con eso? —le preguntó acercando la mano.
    Él la hizo a un lado y desabrochó el botón superior.
    —No. No tienes idea de cuántas veces he pensado en quitarte los pantalones. Déjame hacerlo yo solo —y liberó el segundo botón.
    —¿Cuántas veces? —preguntó ella.
    Cas soltó el último botón y tomó los pantalones por la cintura.
    —Algunas —se los terminó de quitar y los arrojó a un lado de la cama—. Pero más veces reviví la noche en que te desabotoné el vestido.
    —Ah, ¿sí?
    Él puso las manos sobre el colchón, a ambos lados de la cabeza de Em. Se quedó viéndola aunque el cabello tapaba sus ojos. Ahora no llevaba más que un trozo de tela y todo su cuerpo se iluminó cuando Cas se acomodó entre sus piernas.
    —Fueron tantas —susurró inclinándose a besarla.
  • Solciteerde uit7 maanden geleden
    —Aren.
    Él se volvió hacia ella otra vez, con los ojos entrecerrados por el sol.
    —¿Me apoyas en esto? ¿En permitir que se queden?
    —Vigilé toda la noche, ¿o no?
    —No me refería a eso. Yo sé que harás lo que te pida. Lo que quiero saber es si crees que es una decisión estúpida. Si me respaldarás ante los ruinos.
    —Por supuesto que te respaldaré ante los ruinos —dijo—. No creo que sea una decisión estúpida: creo que el razonamiento detrás de ella lo es.
    Ella lo miró con curiosidad.
    —Estás dejando que Cas descanse aquí porque lo quieres. Porque estás tratando de aferrarte a una relación que no tiene futuro. Tarde o temprano tendrás que dejarlo ir, Em.
    Tenía razón, pero ella no podía evitar sentir un gran alivio al ver de nuevo a Cas. Como si esos pocos días que tendría con él fueran quizás un regalo.
    —Pero si fuera yo, también los mantendría aquí —continuó Aren—. Ahí adentro tienes al rey de Lera y a la regente de la mayor provincia. Claro que yo no los dejaría ir —se frotó la frente con los dedos—. Estoy agotado. Voy a buscar donde dormir.
    —Gracias, Aren.
    —Plantéalo así, ¿de acuerdo? Como hice yo. No expongas tus sentimientos.
    —No lo haré.
    —Y trataré de que te deshagas de esos sentimientos, Em. Puede ser que tú lo quieras, pero él es nada comparado contigo. Tú eres nuestra reina y nuestra salvadora. Serás la mejor gobernante que los ruinos hayan tenido jamás. Él no es más que un niño.
    Las palabras de Aren retumbaron en todo su cuerpo. Las pronunció tranquila y amablemente, pero igual la desconcertaron. No se le ocurría una respuesta.
    Aren no esperó a que la hubiera. Giró sobre sus talones y se marchó.
    No necesitaba que ella le dijera que tenía razón.
  • Solciteerde uit7 maanden geleden
    —Ten —dijo una voz, y una taza apareció frente a él—. Bebe.
    Cejijunto, miró la taza con sospecha.
    —Sólo es agua.
    La voz sonaba como la de Em. ¿Otra vez estaba soñando? La voz entraba y salía flotando de sus sueños, sin parar. Era tan vívida que habría jurado que Em estaba a su lado.
    Tomó la taza con mano temblorosa y dio unos sorbos de agua. Alguien se llevó la taza cuando terminó. Se volteó inclinando la cabeza hacia arriba para ver de quién era el cuerpo en el que estaba acurrucado.
    Em.
    Se echó hacia atrás, pestañeando. Definitivamente seguía soñando… o había muerto. ¿Era esto lo que le aguardaba después de la muerte? ¿Despertar en los brazos de Em?
    Ella sonrió.
    —Hola.
    —¿Qué estás…? —su voz sonó extraña.
    —Galo y tus amigos te encaminaban a través de Vallos para alejarte de Jovita cuando se toparon conmigo por casualidad.
    —¿Qué estás haciendo en Vallos? —seguía casi seguro de que todo era una alucinación.
    —Contraatacando. Es una larga historia.
    Empezó a sentir un fuerte mareo y hundió la cabeza en el pecho de Em.
    —¿Estoy muriendo? —preguntó con dificultad.
    Ella pasó los dedos por su cabello.
    —Definitivamente no. Te di algo para ayudar a neutralizar el veneno. Fue un día duro, pero ya estás mejor.
    —¿Cuánto tiempo he estado aquí?
    —Desde esta mañana. El sol acaba de ocultarse.
    —¿Están bien Galo y Mateo? ¿Y Violet?
    —Están bien —Em tenía un brazo rodeándole la cintura; él encontró su mano, enlazó sus dedos y la acercó más hacia él.
    —No puedo creer que estés aquí —balbuceó—. Estás aquí y estoy demasiado enfermo para disfrutarlo. Huelo horrible.
    A Em se le agitó el pecho de la risa.
    —Hueles muy bien.
    —No es cierto.
    —No, no es cierto —dijo rozándole la frente con los labios—, pero no importa. Y yo misma no huelo muy bien que digamos: llevo varios días viajando. Así que estamos a mano.
    —Qué considerada —dijo Cas. Su cuerpo quería regresarlo al sueño pero se obligó a mantener los ojos abiertos. Todavía no quería dejar a Em—. Jovita me envenenó.
    —Eso escuché —dijo Em con voz glacial.
    —Mi prima trató de matarme. Convenció a todos de que yo estaba demente y prácticamente me arrebató el trono. Ahora que no estoy, probablemente ya lo habrá asumido de manera oficial.
    —Pagará por eso.
    —¿Qué clase de rey permite que su prima le robe el trono en sus narices?
    —La clase de rey que jamás soñaría con hacerle algo así a su prima.
    —Uno débil.
    —Su reinado será corto —dijo Em.
    Los párpados se volvieron a cerrar. Intentó abrirlos, pero lo consiguió sólo parcialmente.
    —Duerme —dijo Em a su oído—. Necesitas descansar. Seguiré aquí cuando despiertes.
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