En el pueblo de Oskogrado los únicos sonidos que se oían eran los del engranaje de las máquinas, el motor de los autos, la sirena que indicaba el fin de la jornada laboral y el silencio. Pero una mañana, el señor Cordolines decidió salir a buscar aquello que deseaba profundamente. Luego de recorrer varios kilómetros, entró aun atienda y lo vio. Fue amor a primera vista. Se abrazó al contrabajo yno se separó de él hasta que regresó a Oskogrado.