Carta de Francisco Umbral a su mujer por la pérdida de un hijo (Lee Coan Gómez)

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Si tuviese que ponerle un título a este episodio, usaría el nombre de una vieja película francesa. Se llama “Preparen sus pañuelos”. La carta de hoy, querida comunidad de Epistolar, es un viaje al centro del dolor. Pero en este espacio que tanto queremos y disfrutamos nunca esquivamos la tristeza. Nuestro podcast está lleno de cartas que celebran la vida y el amor. Hoy no es el caso.

Francisco Umbral fue un notable periodista y escritor español. En 1959, se casó con la fotógrafa María España. Nueve años después, nació el pequeño Francisco, al que llamaban cariñosamente “Pincho”. El niño murió a los seis años de leucemia. El inicio de la enfermedad llevó a Umbral a escribir “Mortal y Rosa”, su libro más personal, quizás su libro más bello, quizás un intento por convertir en palabras el dolor inenarrable. En un fragmento de ese libro sin género literario, que acá recomendamos largamente, le escribe una carta a su mujer. Una carta que no quiere mandar. Una carta, según decía, para “enterrar entre mis papeles, para que no la leas nunca”. Damas y caballeros, preparen sus pañuelos. Escribe Umbral. El dolor muta en poesía. Lee el actor y director Coan Gómez.

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Desde aquellas tardes, recuerda, en que la pequeña ciudad conducía sus ocasos a una apoteosis mediocre, hasta la luz de esta tarde, luz de agua y más allá, hemos venido fraguando un hijo para la muerte, algo tembloroso que nacía de ti y de mí, tramado en noches de lluvia y días de labor, una claridad implícita en tu alma, una impaciencia asomada a mi papel, y eso hasta siempre, la identidad nacida de nuestros desvíos, el hijo sagrado y muerto. Mira cómo nos movemos ahora por el licor vacío de la tarde, o escribo en una máquina de hierro, infinitamente reacia, mira nuestra vida eterna, desde la adolescencia con perros y portales, hasta la soledad amarilla, postestival, silenciosa, que nos llena de corredores internos, de laberintos desalojados, de ropa caída. Ni tú ni yo. No sé por qué escribo, por qué te escribo esta carta, por qué vuelvo a la cerca espinosa del idioma. No nos hemos matado, y justamente por eso estamos muertos, asistimos a nuestra ausencia, pasamos una y otra vez por el hueco incoloro de la nada. Entramos y salimos. Cruzamos puertas y ventanas que no nos conciernen. Nadie tan solo como yo. Ninguna tan nadie como tú. ¿Y ahora? Nos hemos quedado aquí para asistir a una posteridad de cielo y verano que nadie habita, viendo pasar la estela de la muerte, estela clara de espuma silenciosa, hasta su final de cometa, de estación o de agua. Te juro que no. y te escribo esta carta que voy a enterrar entre mis papeles, para que no la leas nunca, forzando el idioma para que el papel vuelva a ser un papel en blanco. De muerte a muerte, de nadie a nadie qué somos ahora—, te escribo cartas vacías para hablarte de todo lo que hemos perdido, y van cayendo mis palabras, mis papeles, al vacío de sol y tiempo que se abre entre los dos, como un pozo que llega al cielo.
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Uitgeverij
Epistolar
Reeksen
Epistolar
Jaar van uitgave
2021
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