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Carta de Albert Einstein a una niña que le preguntó: "¿Los científicos rezan?" (Lee Juan Tríbulo)

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Hay palabras que de tan dichas quedan huecas. Vacías de contenido. Son como esas camisetas de un algodón malo, que pierden su brillo con un par de lavados. Una de ella es genio. ¡Se usa tanto! ¡Se banaliza un montón!

Fulano de tal es un genio. Lo que acaba de hacer es una genialidad. Seamos sinceros. En una grandísima mayoría de los casos, la palabra les queda inmensa. Hay una persona cuyo nombre nos remite inmediatamente a la palabra genio. Lo hace de una forma automática y, principalmente, indiscutible. Me refiero a Albert Einstein.

Pero ésta no es una carta científica (o no del todo). No vamos a hablar de su teoría de la relatividad especial ni de las huellas que dejó en la historia de la ciencia. Esta carta tiene una pequeña historia. Una niña en edad de escuela primaria llamada Phyllis le hizo a su maestra de ciencia una de esas preguntas sencillas de formular y difíciles de contestar, tan propia del fascinante universo infantil. “Maestra, ¿los científicos rezan? Si es así, ¿qué piden al hacerlo?”.

Alentada por la docente, la niña mandó esa carta a varios científicos, entre ellos, Einstein. Pasaron más de 85 años desde esa pregunta, pero la discusión está muy lejos de estar cerrada. ¿Hay algo más? ¿Quién puede decir enfáticamente que no? Ni siquiera Eistein se anima a hacerlo. Sin embargo, se tomó el tiempo para contestarle a la niña con estas palabras. Lee el actor Juan Tríbulo.




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24 de enero de 1936

Querida Phyllis:

Intentaré responder a tu pregunta de la manera más sencilla posible. Esta es mi respuesta.

Los científicos creen que cada acontecimiento, incluidos los hechos de los seres humanos, se deben a las leyes de la naturaleza. Por lo tanto, un científico no puede inclinarse por creer que un rezo puede incidir sobre el curso de los eventos; esto es, por un deseo manifestado de forma sobrenatural.

Sin embargo, podemos conceder que el conocimiento que tenemos actualmente de estas fuerzas es imperfecto. Así que, después de todo, la creencia en un espíritu ulterior, último, se traduce en una especie de fe. Esa creencia se encuentra ampliamente difundida incluso con los logros en curso de la ciencia.

Pero también, cualquier persona que esté involucrada seriamente en las búsquedas de la ciencia queda convencida de que algún tipo de espíritu se manifiesta en las leyes del universo, uno que es vastamente superior al hombre. En este sentido, la búsqueda de la ciencia conduce a una especie de sentimiento religioso, el cual seguramente es muy distinto a la religiosidad de alguien un tanto más ingenuo.

Con saludos cordiales, me despido de ti.

Suyo,

Albert Einstein.
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Uitgeverij
Epistolar
Reeksen
Epistolar
Jaar van uitgave
2021
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