Carlos García-Delgado

La ilustrada idea de progreso vino acompañada de un cúmulo de efectos secundarios a los que no siempre se prestó la atención debida.

De modo que la ceguera ha tenido dos facetas: la aceptación de cualquier novedad solo por serlo y la negación de cualquier hábito u objeto anterior solo por serlo. Dos sinrazones.

Las imágenes aparecen por cuenta propia y nuestra Consciencia solo alcanza a contemplarlas de la misma manera que observa, admirada, cómo una herida cicatriza.

Al conjunto formado por estas tres variables, de distinta naturaleza pero relacionadas entre sí, lo llamaremos sistema de tres variables heterogéneas. Y llamaremos problema sistémico a la búsqueda de un objetivo unitario para ese sistema. Y a la forma de pensamiento capaz de llevar a cabo la síntesis necesaria para dar, en cada instante, una respuesta unitaria al conjunto, lo llamaremos pensamiento sistémico. La mayor parte de los llamados trabajos creativos se aplican a resolver problemas sistémicos.

En general, podemos decir que un sistema cibernético es aquel que lleva a cabo una función determinada pero está dotado de un mecanismo de control que incluye una corrección en caso de que el sistema se aparte del objetivo fijado. Es decir, existe una fuerza ejecutora —caldera, motor, caballo— que se controla y dirige mediante un elemento de regulación.

Aquí veremos cómo, entre los muchos sistemas cibernéticos que actúan en nuestro organismo, uno de los principales es el formado por la Memoria imaginativa y la Consciencia juiciosa. En el proceso creativo, la Memoria global (organismo entero) será el sensor que recibe información a través de los sentidos, pero será también la caldera —que genera las imágenes y las ideas—, mientras que la Consciencia será el regulador de esas imágenes e ideas. No se tratará, pues, de un proceso lineal, sino de un proceso autocorrector, circular, cibernético.

Solo la persona dotada, a la vez, de capacidad combinatoria (imaginación) y de capacidad de selección (juicio) será capaz de proponer obras de creación.

Algunas técnicas antiguas, de forma intuitiva, lo lograron, pero han sido ignoradas o despreciadas por el hombre occidental ilustrado. ¿La causa? Sencillo: incapaz de encontrar una explicación racional, optó por considerarlas… inexistentes.

Pero algo más contribuye a incrementar la eficacia del sistema M-C, porque, al dirigirnos a un dios supuestamente todopoderoso para confiarle la solución del problema, estamos descargando nuestra consciencia desde un punto de vista emocional. Para un creyente esto significa un plus de distensión: puedo despreocuparme de mi problema porque «lo dejo en manos de Dios».

Es evidente que la técnica de la oración aumenta su eficacia creativa si se practica en un ambiente liberado de los inputs que obligan a mantener la Consciencia activa. Así ocurre en la silenciosa penumbra de un templo, libre del bombardeo de llamadas refrigerantes de la Consciencia.