había traicionado la fe de sus antepasados, las esperanzas de sus padres, el amor de su maestro; había traicionado la ciencia, así como roto despiadada y brutalmente lazos de amistad en cuanto sentía que eran unos grilletes para su libertad... Esta vez traicionaba la promesa de celibato, una promesa que, dicho sea de paso, no iba ligada al voto de castidad, y que se remontaba a la época de su éxito precoz y engañoso