Recuerdo su modo de mirarme, el oleaje abierto de su mirada, como si yo fuera algo que ella había inventado, que había cobrado vida gracias a los poderes de la electricidad
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puntiagudos, vampíricos de una manera que mi madrastra contemplaba
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estoy segura de cómo terminó la pelea, solo que cuando Helen me encontró la muchedumbre
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olor a ozono muy particular
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de niña de historieta como las que tanto le gustaba dibujar, chata e incolora, de boca tiesa. Qué esperabas, dijo y repitió mi padre
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mente y regresa al colegio como de la guerra, devastado y ajeno. Peter era en buena medida un apartado, característica que
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una baba de palabras
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la caricia levantó el familiar olor de su piel. Desde la tarde de la pelea
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Ella tenía un sueño inquieto, perruno
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extraño; un espacio como un bostezo con la boca
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