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Gena Showalter

  • b7821221958citeerde uit2 maanden geleden
    —Cumpliré tus órdenes, Kadence.

    A ella se le cortó la respiración, y él se dio cuenta.

    —Dices mi nombre como si fuera una plegaria —le dijo con asombro.
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    —Ha llegado el momento de caer, diosa —dijo él.

    Entonces se soltó de las rocas y la guió hacia el abismo, a su lado.
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    —Pero te has puesto rígido.

    Más de lo que ella creía, pensó él con ironía.
  • b7821221958citeerde uit2 maanden geleden
    —Sí, de veras —respondió Geryon. «No dejes de acariciarme». Habían pasado siglos desde la última vez que había sentido el contacto con alguien. Aquello era el nirvana, el paraíso y un sueño, todo ello junto en un paquete delicioso—. Mi cabeza… —susurró sin darse cuenta.

    —Pobrecito —dijo Kadence, y le acarició las sienes
  • b7821221958citeerde uit2 maanden geleden
    Mientras obedecía, él se soltó de su mano y se frotó la piel donde había tenido contacto con ella. ¿Acaso él había notado la misma sacudida? Kadence esperaba que así fuera, porque no quería ser ella la única que sentía aquella… atracción. Sí, atracción. Física, erótica; el tipo de atracción que hacía que una mujer perdiera sus inhibiciones e invitara a un hombre a su cama.
  • b7821221958citeerde uit2 maanden geleden
    —Entonces me gustaría mucho que me besaras
  • b7821221958citeerde uit2 maanden geleden
    —Basta —dijo por fin—. Tenemos que parar.

    Se puso en pie y se apartó de la diosa, sufriendo agudamente por la separación. Se puso de espaldas a ella jadeando, con el corazón acelerado.

    —¿He hecho algo mal? —preguntó Kadence suavemente, con la voz entrecortada.

    «Oh, sí. Has robado un corazón que no puedo permitirme darte».
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