Juan Gabriel López Guix

cómo podría soportar ir en contra de una corriente tan fuerte como la de la convención solo por ceder a un deseo que significaba poner el mundo al revés

ino por el modo en que parecía resistirse a ciertas actividades –los deportes, mirar los partidos de fútbol por la televisión o trabajar en el jardín con su padre– para permanecer en la cocina con Louise, hablando mientras ella cocinaba, o sentado en su habitación recortando fotografías de paisajes de las revistas y pegándolas en un cuaderno que ya había llenado de una psicodelia de

Reconocía de su propia juventud esa mirada alocada, una mirada que significaba que sería capaz de hacer cualquier cosa por ese hombre

Claro que ella no fue la única rebelde del mundo –entendía de tendencias–, pero, a pesar de todo, creía que, en algún nivel, esta revelación (la noticia de la homosexualidad de Danny) era el resultado directo de su propio mal comportamiento, casi como si se hubiera transmitido a través de la sangre.

Le habían intimidado tanto cuando era niño –por ser estúpido, demasiado inteligente o demasiado extraño– que carecía de la armadura de. prejuicios con la que la mayoría de los maridos se desplazaban. Apenas pareció importarle la noticia

Y, de pronto, se echó a reír porque, por fin, ahí estaba: la fea perla de verdad que había ido a buscar

Nat, con el fin de ganar dinero para la matrícula de Harvard, tuvo que aceptar un trabajo en el garaje de su primo Sydney,

–Creo –dijo– que estoy resentida con Eleanor porque, si no se hubiese puesto mala, nunca habría llegado a casarme con Nat

Danny le gustaba repetir los argumentos de las películas que había visto o de los libros que había leído en el colegio o los números especiales del National Geographic sobre las colonias de termitas.

Danny se tomó la escala de interés en serio, Creyó que era un rasgo esencial de la vida adulta el que todos se midieran respecto a una regla común