Paulina Barraza

¿cómo pueden entenderse una sirena y un pez volador si una es del mar y el otro es del aire?

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor:

él volvió, volvió casado:

ella se murió de amor.

Escondida entre las sábanas húmedas de los tendederos, volvía a ver la foto del bebé-sirena durmiendo en una burbuja y pensaba que ese mar chiquito le había explicado muchas cosas antes de nacer. Porque, sí, Sofía, había nacido con todas las respuestas.

Solo que el mar no le dijo cómo recordarlas. Es una lástima, porque a los nueve uno tiene muchas preguntas en la cabeza.

Con o sin trabajo misterioso, Sofía terminó concluyendo que Raquel era pez volador. Y eso no eran buenas noticias, pues ¿cómo pueden entenderse una sirena y un pez volador si una es del mar y el otro es del aire?

Tal vez una abuela así no estuviera tan mal. Claro, siempre y cuando pasemos por alto un minúsculo detalle: Tita era un verdadero dragón marino.

En los mapas medievales se ponía la leyenda “Más allá, dragones” para indicar a los navegantes que estaban en un territorio desconocido y que probablemente estaban a punto de llegar a la orilla del mundo.

Pues bien, Sofía había llegado a la orilla del mundo, aparentemente. Le habían dicho que los dragones no existían. Se lo habían asegurado miles de veces, ¡y hasta la regañaron por afirmar lo contrario! Quienes habían dicho semejante barbaridad no conocían a Tita. Nadie que hubiera visto a la abuela de Sofía podía seguir negando la existencia de los dragones.

Compartir la casa con un dragón marino es muy complicado. Sofía lamentó no haber traído con ella un equipo de supervivencia. No sabía en qué consistía exactamente dicho equipo, pero estaba segura de que sería algo más que tres cajas de cartón cubiertas con cinta adhesiva.

Sí, no es nada fácil ser la última sirena en este planeta. Especialmente si lo único que te queda de otras sirenas es un caracol con un serio problema de actitud.

Los peces voladores evolucionaron hasta transformarse en criaturas capaces de planear en el aire para poder escapar de sus depredadores. Si no bajan al mar con más frecuencia, es porque les da miedo. En el fondo, tal vez se sienten demasiado frágiles y prefieren huir a la menor provocación.

¿De qué color son los cangrejos que siente una cuando muere su mejor amiga? Después de pensarlo mucho, Sofía llegó a la conclusión de que no son de un color, sino de muchos.

Tal vez por eso todo resulta tan confuso

Y Tita apenas estaba agarrando vuelo. Los dragones son grandes y pesados, así que tardan en moverse. Pero cuando toman impulso, ¡nada los detiene!

Así como Raquel había aventado las cosas de la barracuda por la ventana, Tita se levantó decidiendo tirar al mar esa isla que había cargado durante años en la espalda.

Las islas imaginarias pesan más que las reales