Durante sus primeros encuentros con los nativos que «descubrió» en las Indias Occidentales, Colón quedó prendado de su amabilidad, generosidad y belleza física. En una carta dirigida a los reyes de España, explicaba: «Son muy simples y honestos, y extremadamente liberales con sus posesiones, ninguno de ellos se niega a dar nada de lo que pueda poseer cuando se le pide. Demuestran un gran amor hacia los demás antes que hacia ellos mismos». En sus propios diarios se mostraba aún más elogioso: «Son la mejor gente del mundo y sobre todo la más amable, no conocen el mal, nunca matan ni roban […], aman a sus vecinos como a ellos mismos y tienen la manera más dulce de hablar del mundo […], siempre riendo».