Vincenzo Latronico

  • Sócrates Ramírezciteerde uitvorig jaar
    Es un salón donde conversar en voz baja con luz tenue en una noche de invierno.
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    La habitación de la izquierda es un estudio para dos personas.
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    Se trabaja en casa con el portátil, obviamente, pero con el ritmo de un pintor más que con el de un empleado: un esprint de concentración intensa delante del ordenador se alterna con un paseo, una videollamada con un amigo que propone un proyecto, un intercambio de comentarios ocurrentes en las redes, una vuelta por el mercado ecológico de debajo de casa. Los días son largos; las horas trabajadas, al final, probablemente sean más que las de un empleado. Pero, a diferencia de este último, las horas no cuentan, porque, en este tipo de vida, el trabajo desempeña un papel importante sin llegar a ser una opresión o un chantaje. Más bien al contrario: el trabajo es fuente de crecimiento y estímulo creativo, el ritmo de fondo para la melodía del placer.
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    Pero es también una vida en la que la alegría encuentra un espacio evidente en mil detalles.
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    La atención a la belleza y al deleite parece disuelta en la cotidianidad como un granulado en suspensión.
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    No era orden lo que tan dolorosamente necesitaban. Era algo más profundo y esencial.
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    Lo que ellos creaban eran diferencias.
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    Al despertar, la visión de las paredes cruzadas de líneas borrosas de luz que se filtraba entre las cortinas los ponía de buen humor.
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    El entorno que los rodeaba, que habían elegido y creado, donde dormían y trabajaban, era la única manifestación tangible de lo que ellos eran.
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    Mientras esperaban a que hirviera el café encendían puntos de luz en las esquinas de la sala, sacudían el sofá, doblaban la manta espigada, separaban la fruta estropeada que había quedado al fondo del bol de cristal, lavaban las tazas o las escondían en el lavavajillas. Cuando se sentaban a tomar el desayuno, todo estaba como tenía que estar, y durante diez límpidos minutos saboreaban el café echando un vistazo a las noticias en las redes sociales y la home de los periódicos, y se sentían preparados para comenzar el día.
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