Las brujas eran los chivos expiatorios, en sentido literal y figurado, de las comunidades fronterizas en un período de notables presiones económicas, políticas y religiosas. La figura de la bruja, la idea de la bruja, y la necesidad de sacarla de su escondite y exponerla a la luz pública, actuó como elemento de cohesión de estas comunidades frágiles y sometidas a un flujo continuo de llegada y salida de personas que vivían en territorios inseguros y gozaban de derechos inciertos.