José María Muñoz Rovira

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Pablociteerde uit2 jaar geleden
Me duele la cabeza, tengo sueño todo el día, estoy anémico perdido, como se me ocurra levantarme de golpe de la mesa seguro que me da el vértigo y me caigo redondo.
Solo puedo escribir de noche. Y bien sé lo que eso significa. El aceite se quemó por completo y por la noche, con la guardia baja, la mecha arde…
Así era mi vida.
Por la mañana te despiertas en una pequeña habitación blanca. El aire está helado: el calor se ha escapado por la ventana, acristalada sin enmasillar. Pero el sol brilla. En la pequeña estufa de hierro arden los leños de álamo, pronto el ambiente se vuelve acogedor, cálido; huele a resina.
Es el mejor momento del día.
Te levantas y recibes un manojo de telegramas, todos van de lo mismo: el desmoronamiento que reclama la retirada inmediata a la vez que la impide.
Alexandra Herrera anayaciteerde uit12 dagen geleden
sobre las rodillas de mi padre, la imagen reproduce ese momento preciso. Amaba mucho a mi padre, me mimaba muchísimo; hasta aquel instante yo me había sentido parte inseparable de él, del mundo entero, y de pronto fue como contraponerme a él, a todo lo que había alrededor. Supongo que esa fue mi toma de consciencia, la comprensión de que soy una individualidad, de que poseo una personalidad. Hasta ese momento, crecía sin más, digamos, siguiendo el programa genético, conforme a lo que me fue concedido desde el nacimiento. En cambio, desde aquel momento, en cuanto adquirí consciencia de mi contraposición al mundo, este empezó a influirme. Y lo que había en mí poco a poco comenzó a modificarse, a labrarse, a pulirse bajo el inflijo del mundo exterior, de la grandeza de la vida que había a mi alrededor. Dicho de otra manera, mi experiencia, aquello que vivía, las situaciones en las que me encontraba, las elecciones que hacía, las relaciones que surgían con la gente, en todo ello se sentía cada vez más la presencia del mundo que bullía en torno a mí. Por eso he pensado que al relatar mi vida no hablo de mí, no tanto de mí… Porque de entrada la propuesta me ha parecido absurda: ¿a santo de qué voy a hablar de mí? No me considero, por ejemplo, más inteligente que los demás…, y en general, no entiendo por qué debería hablar de mí misma. Pero de mí como de un organismo que incluyó, absorbió, elementos de la vida exterior, de la compleja, contradictoria vida del mundo circundante, así tal vez cabría intentarlo. Y es que en este caso se perfila la experiencia de otra vida, de la vida en grande, pasada por el filtro individual, es decir, de algo objetivo. Y siendo objetivo, tal vez resulte valioso
Alexandra Herrera anayaciteerde uit12 dagen geleden
que a veces pienso que ahora, a finales del siglo, con tanta división y tantos bandazos por doquier, cuando nuestro país rueda hacia quién sabe dónde
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