D.H. Stevenson

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Dianela Villicaña Denaciteerde uit10 maanden geleden
Llevaba tantos años en la Casita de Tanglewood que había perdido la cuenta; desde que la señorita Buncle era una niña pequeña y rechoncha que iba en un cochecito de mimbre. Primero fue su niñera y, después, su criada. Más adelante, cuando se marchó la doncella de la señorita Buncle, se hizo ella cargo del puesto; a veces, si había algún trastorno doméstico, le tocaba hacer el papel de cocinera.
Dianela Villicaña Denaciteerde uit10 maanden geleden
Leyéndolo y dudando. Disculpando las exageraciones de Sam, habida cuenta de su juventud e inexperiencia, la verdad es que había acertado con Crónicas de un pueblo inglés y había que reconocérselo. No era la obra de un genio, por descontado, pero tampoco eran torpezas de un idiota; el autor solo podía ser un hombre muy inteligente que se reía hasta de su sombra o una persona muy sencilla que escribía con toda la buena fe
Dianela Villicaña Denaciteerde uit10 maanden geleden
Aunque, por descontado, el autor tuviera sus propias ideas, él estaba convencido de que había que redactarlo con sumo cuidado, sin dar la menor pista, ni la menor, sobre si el libro era una sátira exquisita, solo comparable al primer capítulo de La abadía de Northanger, o una sencilla crónica de acontecimientos vistos con la mirada inocente

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Dianela Villicaña Denadeelde een impressie9 maanden geleden
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  • D.H. Stevenson
    El libro de la señorita Buncle
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