Quizá no se hubiera detenido más que estos pocos segundos, sin embargo, de no haber sido porque la multitud lo tuvo por un momento prisionero en un punto exactamente enfrente de la tienda, donde su cabeza, además, quedaba exactamente a la misma altura que la jaula colgada. Así, se vio necesariamente obligado a esperar y observar y escuchar; y, mientras lo hacía, el canto arrobado y suplicante del pájaro afectó l