Miguel Martín

  • juan diego esquivias padillaciteerde uitvorig jaar
    «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos»[1]. Él les enseñó entonces el «Padre Nuestro», que es mucho más que una fórmula, es toda una manera de ser.
  • Juan Carlos Oyuelaciteerde uit2 jaar geleden
    Sólo una cadena lo sostenía: el amor hacia su madre. Se reía de sus prácticas piadosas; deliberadamente la desafió y la hirió; pero por dentro, aunque intentó no reconocerlo, su respeto, admiración y afecto hacia su madre no dejaban de crecer. Lo mismo le sucedía a ella, y el vínculo entre ambos fue haciéndose cada vez más fuerte.
  • Juan Carlos Oyuelaciteerde uit2 jaar geleden
    EL ESTUDIO DE SAN AGUSTÍN desconcierta a muchos autores. Tan alto se alza por encima de los de su gene­ración, quizás por encima de los de cualquier genera­ción, que lo admiran con cierto temor, casi con miedo. La sola consideración de sus obras —probablemente más que las de cualquier otro escritor del pasado— nos asombra y nos desanima; alguien ha dicho en serio que simplemente leer lo que Agustín escribió ocuparía a un hombre corriente la vida entera. Sin embargo, para quien tenga el valor de estudiarlo, resulta extraño lo humano e incluso lo modesto que es Agustín en su grandeza. Dijo que en su infancia le gustaba jugar; y hay algo de ello permanece en él hasta el final de sus días
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