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Álex Chico

Los cuerpos partidos

Durante la década de los sesenta, muchos trabajadores españoles abandonaron su lugar de origen y buscaron empleo en Europa. Tiempo después, con la crisis del petróleo y el auge de los movimientos xenófobos, algunos emprendieron el camino de regreso. Sin embargo, no todos volvieron a su pueblo natal, sino a una zona intermedia que ya había servido como ciudad de acogida años atrás: Barcelona. Esta novela relata uno de esos trayectos, el que emprendió Manuel Chico Palma desde un pueblo de Granada hasta una pequeña localidad de la frontera franco-belga. La narración se va ramificando hasta convertirse en una historia coral en la que se abordan los con flictos que plantea cualquier proceso de desplazamiento y la personalidad escindida de quien los lleva a cabo. Personajes fracturados entre la nostalgia y la amnesia, el pasado y el presente o la realidad y la ficción y que, a su manera, cumplieron con aquella frase de Emmanuel Carrère: “Promete decir la verdad y miente lo mejor posible”.
Los cuerpos partidos es, asimismo, una aguda reflexión sobre el lenguaje, la memoria y la escritura como herramientas para reconstruir a un ser ausente, alguien a quien no conocimos y que, sin embargo, forma parte de nuestras vidas. Una narración híbrida que se desplaza por distintos géneros y que convierte ese espacio literario fronterizo en un reflejo de esos lugares de mestizaje que poco a poco van construyendo los hombres y mujeres que los habitan.
206 afgedrukte pagina’s
Auteursrechteigenaar
Bookwire
Oorspronkelijke uitgave
2020
Jaar van uitgave
2020
Uitgeverij
Candaya

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Citaten

  • Zakarias Zafraciteerde uit3 jaar geleden
    porque tendrían que pasar muchos años para que alguien acabara reconociendo sus nombres en las capas subterráneas de una ciudad, en el alzado de sus ruinas.
    Ese es el material del que se nutren los lugares. Ya deberíamos saber que una ciudad no es única, sino múltiple, y que está compuesta por tantos sedimentos que la sola idea de descifrarlos nos llevaría toda una vida. No hay una sola forma de narrar la ciudad, sino infinitas maneras de abordarla. La tierra que pisamos es un palimpsesto. Si escarbamos un poco, lograremos descifrar las huellas de los que pasaron por allí mucho antes que nosotros
  • Zakarias Zafraciteerde uit3 jaar geleden
    El emigrante, también el exiliado, se mueve entre el ethos y el nomos, entre un conjunto de rasgos y modos de comportamiento que configuran su propia identidad y los códigos provisionales que adopta a través de nuevos hábitos y costumbres. Debían trasladarse entre uno y otro, desde un esquema fijo a un estado transitorio. Sus puntos de referencia quedaban cada vez más en el aire.
    En este sentido se produce un hecho paradójico: el que está condenado a la movilidad se ve abocado finalmente al encierro. Se le invita a replegarse sobre sí mismo, como una defensa ante las adversidades que va encontrando en el exterior. Así se construyen los guetos, las comunidades que, en un exceso de celo, resultan impenetrables. Recuerdo un fragmento de Richard Sennet que podría aplicarse a los emigrantes del siglo XX, aunque sus palabras vayan dirigidas a una época distinta, a la Venecia del Renacimiento: «Únicamente quienes eran oficialmente marginados estaban obligados a ocupar un lugar fijo».
    En el origen de ese aislamiento está el éxodo, la fuga. Sorprende esa antítesis: el destino de quien se abre al mundo se va trasformando en un progresivo aislamiento, como si, de repente, se encontrara sitiado por una frontera invisible. Al final, todo el universo recién conquistado le empuja al ensimismamiento, a la soledad compartida, al abandono entre iguales. Ahí se encuentra el verdadero tránsito, en el camino que busca abrir una nueva vida y se acaba convirtiendo en una simple actitud de resistencia

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