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Olga Barroso Braojos

El amor no maltrata

  • Remeññciteerde uit8 maanden geleden
    a mujer me describía así este proceso: «No hay mejor anzuelo que el anhelo de que regrese algo maravilloso que tuviste. Algo que él te ha hecho creer es que, si te esfuerzas lo suficiente, volverá».
  • ana20fernanda22citeerde uit9 maanden geleden
    Pero en ese momento Miguel era el chico que pedía a los músicos mi canción y yo alguien que solo podía definirlo de ese modo.
  • glennypolanco1331citeerde uit10 maanden geleden
    Un año después, me premiaron en el periódico. Tras la entrega de premios, habría una fiesta. Cuando llamé a Miguel para contárselo me dio la enhorabuena tibiamente. Acto seguido, me dijo que se había levantado con dolor de espalda, que estaba empezando con una de sus frecuentes lumbalgias. «Pero me hará mucha ilusión ir contigo a la entrega
  • aleuzanetparra2000citeerde uit10 maanden geleden
    él. Sin dudarlo, decidí romper la relación. Ahora me pregunto: ¿cómo no pude verlo antes? Por eso estoy aquí pidiendo ayuda psicológica, para curar las muchas heridas que esta relación me ha dejado y para que, si alguna vez vuelve a ponerse en contacto conmigo el Miguel dulce y cariñoso, tenga claro que sería un espejismo, porque él no es esa persona.
  • aleuzanetparra2000citeerde uit10 maanden geleden
    l veneno que poco a poco había conseguido introducir en mí con todas sus manipulaciones y discusiones imposibles y desquiciantes, llegó a una arteria principal y se extendió por todo mi cuerpo. Hizo mella. Impidió que mi maquinaria mental funcionara bien, me paralizó y empezó a matarme psicológicamente. El veneno había acabado con mi capacidad de saber quién era la víctima y quién era el verdugo. Había conseguido que me considerara completamente culpable de nuestras broncas, de nuestros problemas, de su amargura.
  • aleuzanetparra2000citeerde uit10 maanden geleden
    Un año después, me premiaron en el periódico. Tras la entrega de premios, habría una fiesta. Cuando llamé a Miguel para contárselo me dio la enhorabuena tibiamente. Acto seguido, me dijo que se había levantado con dolor de espalda, que estaba empezando con una de sus frecuentes lumbalgias. «Pero me hará mucha ilusión ir contigo a la entrega de premios», añadió. Efectivamente, fue, pero cuando el acto terminó y llegó la hora de ir a la fiesta, su actitud cambió. «No creo que pueda aguantar, me está empezando a doler más, he hecho de tripas corazón para acompañarte, ¿vendrás pronto a casa? Yo te cuido y tú me cuidas, ¿no?», me dijo. Me molestó muchísimo su actitud; era mi noche, yo quería estar en la fiesta. Sentí rechazo hacia él, pero también empecé a preguntarme: ¿acaso no me estaré entregando lo suficiente?, ¿estaré siendo egoísta? Tenía la sensación de que él no quería que me quedara, que estaba utilizando una excusa, pero ¿cómo podía pensar algo así de él? Mucho menos podía planteárselo. Ya no tenía claro quién era yo, ni cuál sería el comportamiento correcto, por lo que me creí las mentiras de Miguel. Como en una partida de ajedrez, había matado a la reina. Decidí ir a la fiesta, saludar, disculparme por no poder quedarme e irme a casa a cuidarlo. Jaque mate.
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