Flâneuse

incluso si desafiaba las restricciones sociales, ella «solo sería medio libre, porque una mujer que deambula es imprudente».

Georges Perec también se había sentado en aquella plaza, en ese mismo café, durante una semana de 1974 y había puesto por escrito todo ese trasiego —taxis, autobuses, gente comiendo pastelitos, el viento que soplaba—, en un esfuerzo por mostrar a sus lectores la inesperada belleza de lo cotidiano, lo que dio en llamar «lo infraordinario»: qué pasa cuando nada pasa

Siempre me ha impresionado la fotografía urbana en blanco y negro de este período, sobre todo la de las mujeres: Marianne Breslauer, que capturó esta imagen, Laure Albin-Guillot, Ilse Bing o Germaine Krull, la amiga de Walter Benjamin, a quien le gustaba merodear por los pasajes con él (y sin él), fotografiarlos, frecuentarlos. Estas mujeres llegaron a la ciudad (de otras ciudades, o tal vez nacieron en ella) para pasar inadvertidas, pero también para tener la libertad de hacer lo que quisieran y como quisieran.

A fin de convertirse en una, tenía que «renunciar a su sueño de ser una mujer feliz. Y fue el mismo Ford quien le hizo renunciar a ello, finalmente y para siempre… Como Mackenzie con Julia, él había “destruido unas ilusiones acerca de sí misma que eran necesarias”».13

Entonces leí Viaje a la oscuridad, basado en la aventura de Rhys con Lancelot, que trata de una corista que se convierte en la querida de un caballero.

Picasso, Modigliani, Giorgio de Chirico, Marc Chagall, Kees van Dongen, Chaim Soutine, Chana Orloff, Constantin Brancusi, Tamara de Lempicka, Man Ray, Lee Miller, Tsuguharau Foujita, Robert Capa, André Kertész: todos llegaron a París de todas partes del mundo, atraídos por la experimentación formal que tenía lugar allí y la innovadora modernidad que representaba.

«He sido muy fiel y nunca he amado realmente ninguna otra ciudad», escribiría más tarde.

En su diario, Rhys recuerda: «… allí estaba yo, sin dinero ni pasaporte, y a punto de tener un bebé. Yendo de Bélgica a Francia sin pasaporte. ¿Cómo? Cruzando a pie la frontera. Bordeando la carretera entre hileras de álamos por la noche. Una silenciosa noche de luna alta. Caminabas hasta que pasabas por delante del centinela y te encontrabas en Dunkerque a primera hora de la mañana, tan cansada, tan cansada… Y el miedo… Y ya estábamos en Francia, sin pasaportes ni dinero, y yo iba a tener un bebé»

Fue el gran amor de Rhys, del que nunca se recobró, y durante décadas acudiría a él cuando las cosas se pusieran mal.

Ella Gwendolen Rees Williams