Museo voraz

En castellano solo nos queda esperar a solas, con un solo verbo que se nos confunde en el tiempo

Lo último que se me ocurrió fue, quizá, lo más obvio: que el performance fuera eterno y María Teresa Hincapié estuviera siempre en el museo, repitiendo sus acciones infinitamente. Al principio me pareció divertido tener a alguien viviendo y moviéndose por mi museo por siempre, pero luego me pareció cruel. Qué comería, en dónde se bañaría, de dónde sacaría mudas de ropa. Imaginé que con el tiempo bajaba de peso y se enfermaba. La habría obligado al encierro, como me estaban obligando a mí en ese momento, y el museo se le habría vuelto una cárcel y yo me habría convertido en su custodia

El significado es lo que no puede robarse? ¿Y es posible realmente robar algo en este mundo redondo, metido en su atmósfera, y en esta vida, rodeada por la muerte

Si yo, como ella, robara colores en vez de cuadros, robaría:
El color del té con leche.
El amarillo satinado de los ojos de un gato.
El pelo rojo de Shakira.
La tinta morada de los bic azules.
El color del arroz tostado.
Algo quemado.
Los cachetes colorados.
El rojo de un nudillo herido.
El amarillo del ungüento.
El color de la portada del disco más triste de todos

Adentro del museo, en cambio, hay un río

Como mi museo fue lo que yo quería que fuera, ahora tengo un jardín al que sé cuidar, uno al que no mataré. Entonces también yo soy quien quiera ser: alguien a quien no se le mueren las flores. También me sé los nombres de todas mis plantas, porque yo misma se los puse

Robé a mujeres, nos volví amigas y nos puse a hablar. Ellas me aliviaban. Y aunque yo no quería hacerme una casa, sino salir de la mía, el museo terminó por convertírseme en una

De María Margarita Jiménez me robé algo que encontré en un cajón de una mesita de noche: una carta a su amiga Melibea

No supe si todas las obras que robaba para mi museo debían llevársela bien. Por eso entré en crisis, como dije antes. No sabía si acaso debían poder relacionarse. Si era mejor que se volvieran amigas y tuvieran de qué hablar, o que se odiaran, se juzgaran y criticaran en voz baja. Al final recordé que no todas tenemos que ser amigas, ni querernos, ni abrazarnos, y que eso está bien

Es el color de una noche inventada. Como si las noches, a la hora en la que son más oscuras, fueran azules en vez de ser negras. Yo preferiría que fueran así, no negras y frías, sino azules, aunque eso no les quite lo frías