No me costó demasiado comprender que me había visto. Se detuvo, cuando parecía que iba a seguir el camino de los otros, y levantó los ojos directamente hacia mi ventana. Creo que supo que yo lo miraba, percibió mi asombro, tal vez mi perplejidad y tristeza. Su postura, de todas maneras, no indicaba sino indiferencia apenas teñida de interés.