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Armando Palacio Valdés

La guerra injusta

  • Arenas Cancino Jonathan Axelciteerde uit3 jaar geleden
    Si para ser optimista bastase querer serlo me parece que no habría una sola persona en el mundo que no lo fuese
  • J8748citeerde uit6 jaar geleden
    «Vosotros los filósofos—decía Catalina II á Diderot, que la empujaba con vehemencia á las reformas—escribís sobre el papel, que sufre perfectamente el roce de la pluma; pero nosotros los Reyes escribimos sobre la piel humana que es mucho más susceptible.» El buen Zar Nicolás II tiene ocasión ahora de comprobar la sentencia de su abuela. En su vasto Imperio existe un poderoso partido reaccionario, que grita como nuestros chisperos del siglo pasado: «¡Vivan las cadenas!» y que ha paralizado su generosa iniciativa. Frente á ese partido se alza feroz, intransigente, otro que pretende hacer tabla rasa de la tradición. Con tanto demonio desatado no es fácil salir del infierno.
  • J8748citeerde uit6 jaar geleden
    No hay que olvidar la hermosa sentencia de San Anselmo: «Siendo Cristo la verdad y la justicia, todo el que muera por la verdad y la justicia, aunque no crea en Cristo, muere por Cristo.»
  • J8748citeerde uit6 jaar geleden
    Comprendo, no obstante, que ciertos católicos se hayan dejado extraviar por la ley de asociación en los sentimientos de que también habla Spinosa. Cuando una persona ó cosa nos ha causado una impresión desagradable, todo lo que se relaciona con aquella persona ó cosa nos la produce igualmente.
  • J8748citeerde uit6 jaar geleden
    Hay un teorema en la Etica de Spinosa, que dice: «Aquel que imagina que es odiado por otro y no cree haberle dado ningún motivo de odio, le odia á su vez.»
  • J8748citeerde uit6 jaar geleden
    ¡Quién sabe, no obstante, si en la balanza divina una lágrima pesará más que un Imperio! El mundo no es otra cosa que el símbolo de una realidad más alta. Una palabra vertida por un pobre carpintero en Nazareth ha estremecido á la Creación. Caballos, batallas, cañones, son nada; los Imperios, sombras; las estrellas, apariencias; la gloria, un sueño. Pero la palabra de un hombre bueno queda para la eternidad.
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