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Boeken
Vladimir Nabokov

Pálido Fuego

  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    Me crió mi querida, extravagante tía Maud,

    poeta y pintora que gustaba

    de objetos realistas mezclados

    con grotescas ramificaciones e imágenes de perdición.

    90

    Vivió para escuchar el primer llanto del niño siguiente. Su cuarto

    lo hemos conservado intacto. Sus fruslerías componen

    una naturaleza muerta a su manera: el pisapapeles

    de vidrio convexo que encierra una laguna,

    el libro de versos abierto en el índice (Luna,

    Lunar, Luto, Luz), la guitarra abandonada,

    la calavera, y un recorte del Star local:

    Los Red Sox baten a los Yanks 5 a 4, sobre

    el Homero de Chapman, clavado en la puerta.
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    Un preterista: el que recoge nidos abandonados.
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    Yo era muy pequeño cuando mis padres murieron.

    Los dos eran ornitólogos. He tratado

    tantas veces de evocarlos que hoy

    tengo un millar de padres. Tristemente

    con sus propias virtudes se confunden, y se borran,

    pero ciertas palabras, palabras oídas al azar,

    como «corazón frágil», siempre aluden a él,

    y «cáncer de páncreas», a ella se refieren.
  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    Las mariposas blancas se vuelven lavanda cuando

    atraviesan su sombra, donde parece mecerse

    delicadamente el fantasma del columpio de mi hijita.

    La casa es más o menos la misma. Un ala

    ha sido restaurada. Hay un solario.
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    Mis ojos eran tales que literalmente

    fotografiaban. Siempre que yo lo permitía

    o, con un temblor silente, lo ordenaba,

    todo lo que caía en mi campo visual

    –una escena de interior, las hojas de un nogal, los esbeltos

    estiletes de una helada estalactita–

    e impreso en mis párpados, por dentro,

    quedaba rezagado una hora, o dos,

    y entre tanto, me bastaba

    cerrar los ojos para reproducir las hojas,
  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    ¿Era de Sherlock Holmes el personaje aquel

    cuyas huellas retrocedían al invertir los zapatos?

    Todos los colores me hacían feliz, incluso el gris.
  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    Permítaseme afirmar que sin mis notas, el texto de Shade simplemente no tiene realidad humana alguna, pues la realidad humana de un poema como el suyo (demasiado caprichosa y reticente para una obra autobiográfica), con la omisión de muchos versos medulosos rechazados por él, tiene que depender totalmente de la realidad de su autor y lo que le rodea, de sus afectos y así sucesivamente, realidad que sólo mis notas pueden proporcionar. Probablemente mi querido poeta no hubiera suscrito esta afirmación pero, para bien o para mal, es el comentador el que tiene la última palabra.
  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    El poema de Shade es, en efecto, ese súbito floreo de magia: mi canoso amigo, mi viejo y querido prestidigitador, ponía un paquete de fichas en el sombrero y sacaba un poema.
  • Rafael Ramosciteerde uitgisteren
    Desde la terraza (de la casa del profesor C., aquella noche de marzo), está mirando el lago distante. Yo lo miro a él. Soy testigo de un fenómeno fisiológico único: John Shade percibiendo y transformando el mundo, integrándolo y desintegrándolo, reordenando sus elementos en el proceso mismo de almacenarlos para producir en una fecha no especificada un milagro orgánico, una fusión de imagen y de música, un verso. Y sentí la misma exaltación que una vez, en mi infancia, observando del otro lado de la mesa de té, en el castillo de mi tío, a un prestidigitador que acababa de ofrecer una representación fantástica y ahora comía tranquilamente un helado de vainilla. Yo miraba fijo sus mejillas empolvadas, la flor mágica en el ojal donde había pasado por una sucesión de colores diferentes y ahora se había detenido en un clavel blanco, y especialmente sus maravillosos dedos de apariencia fluida que podían, si así lo decidía, disolver la cuchara en un rayo de luz haciéndola girar, o convertir su plato en paloma arrojándolo al aire.
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    Desde la terraza (de la casa del profesor C., aquella noche de marzo), está mirando el lago distante. Yo lo miro a él. Soy testigo de un fenómeno fisiológico único: John Shade percibiendo y transformando el mundo, integrándolo y desintegrándolo, reordenando sus elementos en el proceso mismo de almacenarlos para producir en una fecha no especificada un milagro orgánico, una fusión de imagen y de música, un verso.
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