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Héctor de Mauleón

El derrumbe de los ídolos. Crónicas de la ciudad

El mejor profeta del futuro es el pasado, las crónicas de El derrumbe de los ídolos confirman esta máxima. De Mauleón ha demostrado que el porvenir de la Ciudad México puede encontrarse en las fiebres mortales de 1918, cuando se extendía en las calles el miedo a la gripa española; en un día de octubre de 1913, cuando se decidió el futuro de Belisario Domínguez; en una tarde lluviosa de 1928, cuando Emilio Carranza se convirtió en el primer piloto mexicano; en los días funestos de 1922 en que estallaron las bombas de agua de la Condesa y la ciudad se moría de sed; en la noche en que a una voz fantasmal salida de un cubo de madera se le llamó radio. Estas aceradas páginas de historia cultural, vida cotidiana y prosa envolvente proponen que nuestro pasado puede ser el prólogo de los sueños de la ciudad
199 afgedrukte pagina’s
Auteursrechteigenaar
Ediciones Cal y arena
Oorspronkelijke uitgave
2013
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Impressies

  • Karladeelde een impressie5 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard
    💡Heel leerzaam
    🚀Verslavend

    Excelente libro, detalles magníficos, escritura impecable. Siempre quedan ganas de más!.

  • oliviatellezideelde een impressie5 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard

    Gracias por compartirlo 👏🏻👏🏻👏🏻

  • camaronldeelde een impressie5 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard
    💡Heel leerzaam

Citaten

  • betzcclciteerde uit6 maanden geleden
    1878 Alfred Westrup tendiera la primera línea telefónica en la Ciudad de México
  • betzcclciteerde uit6 maanden geleden
    Gabriel Veyre y Claude Ferdinand Von Bernard hicieron la primera exhibición pública del cinematógrafo. Esos hombres del crepúsculo porfiriano habían visto nacer, hacía un cuarto de siglo, un mundo repentino sobre la pantalla: olas, trenes y desfile de tropas
  • betzcclciteerde uit6 maanden geleden
    En un mundo sin antibióticos, los médicos recetaban tratamientos inútiles a base de quinina. Prescribían bicarbonato y ácido acetilsalicílico, una combinación que no hacía sino paliar el malestar de los enfermos, y que varios lustros más tarde inspiró a Maurice Teneer la creación del Alka-Seltzer.

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