Antes le gustaba sentarse a la orilla de la alberca, mojar los pies y luego lanzarse de un clavado. Ahora ya no. Antes iba de compras cada fin de semana, si veía una prenda la llevaba consigo sin medírsela. Ahora ya no. Antes corría por las mañanas al menos tres kilómetros, aun si llovía, lo ponía de buen humor el aire en el rostro. Ahora ya no. Antes buscaba un pretexto para ir al psicólogo, lloraba por cualquier motivo, si alguien se iba de su vida, si alguien se quedaba, entraba en un lapso de llanto continuo, recostado en el diván, mientras trataba de explicar lo que sentía. Ahora ya no va a terapia, pero todavía llora