Fue, sin duda, lo que quisieron expresar los entusiastas “aylwinistas” que salieron a la calle ese 11 de marzo, a manifestar su cariño, su admiración y su respeto por el hombre que culminaba su trabajo en La Moneda. En contraste con lo ocurrido ahí mismo en Valparaíso, cuatro años antes, cuando los manifestantes estaban amargamente divididos, o con lo que ha pasado en otros países, donde no pocos gobernantes democráticos han abandonado el cargo en medio de las rechiflas y escándalos, Aylwin salió entre aplausos y con la frente en alto: el primer gobierno democrático en dos décadas había terminado con éxito. Era, ciertamente, una hora gloriosa. La hora más gloriosa de Patricio Aylwin.