Soñar es una práctica que puede entenderse como un régimen cultural en el que, temprano a la mañana, la gente cuenta el sueño que tuvo. No como una actividad pública, sino de carácter íntimo. Uno no cuenta su sueño en una plaza, sino a las personas con las que tiene una relación. Lo que también sugiere que el sueño es un lugar para la transmisión de afectos. Afectos en el sentido más amplio de la palabra: no estoy hablando solo de tu madre y tus hermanos, sino también de cómo el sueño afecta al mundo sensible; el acto de contarlos implica traer conexiones del mundo de los sueños a la vigilia, presentarlos a tus convivientes y transformar eso, en el momento, en materia intangible. Cuando el sueño termina de ser contado, quien lo escucha ya puede agarrar sus herramientas y salir para las actividades del día: el pescador puede ir a pescar, el cazador puede ir de caza y quien no tiene nada que hacer puede retirarse al ocio