Memorias De Una Joven Formal

Hay que hablar de fracaso, del escándalo, de la muerte, no para desesperar a los lectores, sino al contrario, para intentar salvarlos de la desesperación… Una desgracia que encuentra palabras para decirse ya no es una exclusión radical. El lenguaje nos reintegra a la comunidad humana»

Si tomé tanto gusto por el estudio es porque mi vida cotidiana ya no me llenaba

La pasividad a la que me condenaba mi sexo la convertía en desafío

lo que me importaba era formar espíritus y almas: decidí ser profesora

Presentí por primera vez que uno puede sentirse tocado en el propio corazón por un resplandor venido de otra parte

En cuanto al cine, mis padres lo consideraban una diversión vulgar

A veces, sin embargo, el libro me hablaba más o menos confusamente del mundo que me rodeaba o de mí misma; entonces me hacía soñar o reflexionar, y a veces trastornaba mis certidumbres

yo era sensible a la necesidad de esas construcciones que tienen un principio, un orden, un fin, donde las palabras y las frases brillan con su brillo

Los libros me tranquilizaban: hablaban y no disimulaban nada; en mi ausencia, callaban; yo los abría y entonces decían exactamente lo que decían; si una palabra se me escapaba, mamá me la explicaba.

Toda mi educación me aseguraba que la virtud y la cultura cuentan más que la fortuna: mis gustos me llevaban a creerlo; por lo tanto aceptaba con serenidad la modestia de nuestra condición.