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Alain Badiou

La verdadera vida

  • Sandylu Arciteerde uit5 jaar geleden
    Y, a diferencia de lo que dominaba la loca juventud, lo que hace falta es paciencia, una ardiente paciencia.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    La tradición sabe que para mantener a Dios vivo, mal que bien, es absolutamente necesario volver invisibles a las mujeres.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    Digamos, de manera más fría, que una mujer es aquello que frustra al Uno, aquello que no es un lugar, sino un acto.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    Qué quiere la sociedad contemporánea, entregada al monstruo capitalista? Quiere dos cosas: que compremos los productos del mercado, si podemos hacerlo, y que nos quedemos tranquilos, si no podemos. Para que esto ocurra, no hay que tener ninguna idea de justicia, ninguna idea de un futuro distinto, ningún pensamiento gratuito. Pero todo pensamiento verdadero es gratuito. Y como en el mundo en que vivimos solo cuenta aquello que tiene un precio, no hay que tener ningún pensamiento, ninguna idea. Entonces, lo único que podemos hacer es obedecer al mundo, que nos dice: “Consume si tienes los medios, y si no los tienes, cierra la boca y desaparece”. Entonces, la única vida que podemos tener es por completo desorientada y repetitiva, porque la brújula de la Idea ha desaparecido.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    En otras palabras: el hijo está expuesto a no convertirse nunca en el adulto que encierra en sí mismo, mientras que la hija está expuesta a estar convertida desde siempre en el adulto-mujer en que debería convertirse activamente. Dicho de otro modo: en el hijo no hay ninguna anticipación; de ahí la angustia del estancamiento. En la hija, la retroacción adulta devora la adolescencia, e incluso la infancia misma; de ahí la angustia de la prematuridad.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    Mi tesis sobre los hijos era esta: la ruina de los procedimientos de iniciación, de entre los cuales el principal era el servicio militar, conlleva que los hijos no tengan ningún punto de apoyo simbólico para convertirse en algo distinto de lo que son. La Idea está demasiado ausente para que la vida sea algo más que una continuación entre día y día. De ahí la tentación de una eterna adolescencia. De ahí también algo que se comprueba todos los días: el carácter infantil de la vida de los adultos, en especial de los adultos del sexo masculino. El sujeto que comparece ante la mercancía debe seguir siendo un niño que desee juguetes nuevos. En cuanto al sujeto que comparece ante las reglas sociales y electorales, debe seguir siendo un estudiante obediente y estéril cuyo único objetivo sea ser, a cualquier precio, el primero de la clase y que se hable de él en todos lados.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    Pero ¿qué es la familia? Ya en Platón puede verse que existen tres grandes funciones sociales: producir, reproducir y defender. El trabajo es lo que produce, la familia es el lugar donde se reproduce y la patria es lo que se defiende. Entre la producción y la protección, la hija convertida en mujer, encerrada en las labores maternas, garantiza la reproducción. De nuevo, dos contra uno. La mujer tradicional es el entre-dos entre el obrero y el soldado. Recibe en su mesa y en su lecho al hombre maduro que trabaja y que es su marido. Llora patrióticamente al hombre joven muerto en combate que es su hijo. La hija debe convertirse en Mater dolorosa. Una vez más, dos contra uno: el padre vivo que dispone del cuerpo de la mujer y el hijo muerto que dispone de sus lágrimas.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    No, no nos resignaremos, so pretexto de los cuerpos pervertidos y sacrificados, rodeados por una policía bárbara, a la insulsez sumisa del cuerpo merecedor. No es cierto que el cuerpo de los hijos esté consagrado a lo que Lacan llamaba “el servicio de los bienes”, servicio que le impide al sujeto llevar a cabo su deber, a saber, advenir como Sujeto. En el curso de la labor local de las verdades que la filosofía universaliza, llegarán la gracia, el rompimiento y la nueva violencia.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    repito hasta el cansancio: la función del filósofo siempre ha sido corromper a la juventud. Esta función cobra en la actualidad un sentido muy particular: ayudar a que el problema del hijo, sustraído de la tipología de los tres cuerpos, sea restituido a las verdades. El filósofo no puede resignarse al mal menor que es, tanto para padres como para madres, el cuerpo merecedor. Sí, en el amor, la ciencia, la política, puede haber una gracia que, al tocar el cuerpo, lo haga reencontrar la idea ausente. Puede haber un rompimiento producido por esta gracia en el individuo que, enclavijado a la mercancía y al Capital, está separado del sujeto que es capaz de ser.
  • Victor Avilés Velazquezciteerde uit7 maanden geleden
    Me parece que Rimbaud, cuya relectura es definitivamente importante, ya había entrevisto esta tríada del amor, la política y el arte-ciencia, donde se juega el devenir de una filiación distinta. Una filiación que no sería el retorno a la ley antigua y que, de este modo, evitaría el cuerpo sacrificado.

    Rimbaud anticipó el cuerpo pervertido, lo practicó, lo denominó el “desarreglo de todos los sentidos”.11 Practicó el cuerpo sacrificado que llamó “la raza” o “Cristo”, cuando escribió: “Soy de la raza que cantaba en el suplicio”.12 Y, después, se resignó al cuerpo merecedor, abandonó quimera y poesía para convertirse en comerciante, en traficante, para llevarle dinero a su madre: “Yo, yo, que me declaré mago o ángel, exento de toda moral, he vuelto al suelo, con un deber que buscar y la rugosa realidad por abrazar”.13 La historia fulminante de Rimbaud es el recorrido a toda velocidad de la historia moderna del hijo. Es él quien pudo decir, en términos modernos y en un nuevo sentido: “Padre, padre, ¿por qué me has abandonado?”. Sabemos que, en el Evangelio, este es el momento en que, en la víspera del suplicio, la muerte y, finalmente, la Ascensión, viene la prueba del desamparo. Y este desamparo abandonado es la cruz contemporánea de los hijos.
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