Todo cuenta.
Todo lo que permitamos entrar en nuestra mente, corazón y vida, todo en lo que empleemos nuestro tiempo y nuestro dinero, tiene un impacto en el modo en que crecemos, o no crecemos, espiritualmente. Como nos recuerda el viejo adagio de la computación: basura dentro, basura fuera. Al igual que somos lo que comemos físicamente, también somos lo que consumimos espiritualmente. Si no supervisamos y ajustamos nuestra dieta en consecuencia, nuestras almas están en peligro de absorber cada vez más veneno letal.
Aguas turbias
La Biblia nos recuerda regularmente que comprobemos nuestra dieta espiritual en busca de toxinas. Proverbios 25.26 dice: «Manantial turbio, contaminado pozo, es el justo que flaquea ante el impío». ¿Cuán turbia está su agua en este momento? ¿Está su pozo contaminado por todas las toxinas culturales que se meten en él? ¿O tiene su pozo espiritual el Agua viva como su fuente pura y que sacia la sed? Quizá sea usted cristiano, ha sido hecho justo por medio de Cristo, y sin embargo se ha convertido en un manantial turbio o en un pozo contaminado, y ni siquiera se ha dado cuenta.
Podría creer: «Mis pensamientos no importan. Mientras se mantengan encerrados dentro de mi cabeza, no hacen daño a nadie. Todos pensamos en cosas que nunca haríamos, ¿cierto?». Y mientras tanto, sus pensamientos negativos están silenciosamente envenenando su alma, derramando mentiras en su suministro de agua espiritual. Desgraciadamente, nuestros pensamientos no se limitan a quedarse en nuestra cabeza, desconectados de nuestras palabras y nuestras acciones. Pensamientos poco sanos con frecuencia conducen a palabras poco sanas