Danielle Paige

Dorothy debe morir

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Yo no me he buscado nada de esto. Nunca quise ser una especie de heroína.Pero cuando toda tu vida es arrastrada por un tornado –y tú con ella— no tienes más remedio que dejarte llevar, ¿sabes?Sí, claro, he leído los libros. He visto las películas. Conozco la canción sobre el arcoíris y los pajaritos que cantan. Pero nunca esperé que Oz fuera así. Un lugar donde no te puedes fiar de las Brujas Buenas, donde las Brujas Malvadas quizá sean las buenas de la película y donde los monos alados pueden ser ejecutados por sedición. Sí, sigue habiendo camino de baldosas amarillas, pero hasta eso se hace pedazos. ¿Qué es lo que ha pasado? Dicen que Dorothy encontró el modo de volver a Oz. Dicen que se hizo con el poder y que el poder se le subió a la cabeza. Y ahora nadie está seguro.Me llamo Amy Gumm…y soy la otra niña de Kansas.He sido reclutada por la Revolucionaria Orden de los Malvados. Me han entrenado para luchar. Y tengo una misión.ELIMINAR el corazón del hombre de hojalata,ROBAR el cerebro del espantapájaros,ARREBATAR el valor al león.Y luego… DOROTHY DEBE MORIR.
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450 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2016
Jaar van uitgave
2016
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Impressies

  • Karisa Pachecodeelde een impressie3 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard

  • Alexandradeelde een impressie3 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard

  • Veronica Hernandezdeelde een impressie3 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard

Citaten

  • yunnuejb18citeerde uit5 jaar geleden
    —¡Amy! —gritó el Mago—. Yo me encargo de Glinda. ¡Tú llévate a Ozma! Ollie y Maude os guiarán hasta donde están los demás monos.

    Me giré, mirando hacia todas partes. ¿Ozma?

    Y entonces la vi. La burbuja verde que el Mago había creado alrededor de Pete para protegerlo se estaba disolviendo; al hacerlo, el cuerpo de Pete también se disolvió. En lugar del misterioso jardinero que había sido mi amigo hasta un momento antes, apareció la verdadera princesa de Oz, que parpadeaba.

    —Amy —dijo—. Amy-Amy-Amy-Amy.

    Igual que yo me había estado ocultando tras el rostro de Astrid, Ozma se había ocultado tras el de Pete.
  • yunnuejb18citeerde uit5 jaar geleden
    —¡Mátala! —chilló Dorothy, tan fuerte que pensé que me reventaría los tímpanos—. ¡Mata a esa zorra!

    —No te has enterado —dije mientras me lanzaba hacia ella, bajando el hombro—. Tú eres la zorra. ¡Yo soy una bruja!

    Cargué contra Dorothy y la agarré. Choqué frente contra frente, cayendo hacia atrás. Ella se dio cuenta de lo que ocurría demasiado tarde. Me dio una bofetada, cuando lo que tenía que haber hecho era agarrarse bien. La plaqué como si de un partido de rugby se tratara. Gritó al chocar contra la barandilla y caímos juntas al vacío.

    De pronto éramos dos cuerpos ingrávidos, enredados el uno con el otro, por encima de las luces de la Ciudad Esmeralda que se extendían a nuestros pies. A lo lejos oí el gemido lastimero del Hombre de Hojalata. Cuando caímos, vi por el rabillo del ojo a Nox, que apareció en el balcón espada en ristre.

    —¡Amy! —gritó con la voz quebrada por la desesperación.

    No eran los guardias de Dorothy los que subían por la escalera de caracol. Era la Orden. Demasiado tarde. Ahora ya no podían ayudarme.
  • yunnuejb18citeerde uit5 jaar geleden
    , Astrid, cuánto tiempo sin vernos.

    El Espantapájaros estaba a mi lado, apoyando suavemente su mano rasposa en mi espalda. Había estado tan distraída deseando la muerte de Dorothy que no le había visto acercarse. Me cogió una copa de champán de la bandeja, pero no se la bebió. Me pregunté si, en el caso de que lo hiciera, el líquido le atravesaría el cuerpo y lo empaparía.

    —¿No son un horror estas pequeñas reuniones? —me preguntó distraídamente, siguiendo con sus ojos de botón a un par de munchkins que bailaban desenfrenadamente—. Un derroche de recursos tremendo.

    No quise mirarle a la cara, sabiendo lo que le había hecho a Maude y ahora a Jellia, para que no me viera la rabia y la indignación en los ojos. Bajé la mirada al suelo, esperando dar la impresión de que lo hacía por pudor.

    —Yo creo que la fiesta es preciosa —dije con los dientes apretados.

    —Sí, claro, cómo no —murmuró—. Espero reanudar pronto nuestros encuentros nocturnos, querida. No veo la hora.

    Contuve un escalofrío.

    —Tengo que irme —dije y, antes de que pudiera responder, levanté la bandeja y me puse a circular por la fiesta.

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