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Alejandro Almazán

Chicas Kaláshnikov y otras crónicas

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  • Pamela Montesinosciteerde uit2 jaar geleden
    Pero, te decía: los sicarios no nacemos, nos hacemos. Yo me hice en la escuela militar. ¡En serio! Sa
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    yo diría que no hay que morir por el país, hay que vivir por él. Se trata de consolidar la vida para serle útil al país. Si en su momento el país nos exige llevar el sacrificio hasta el máximo, pues hay que hacerlo. No se trata de otorgar vidas inútiles, sino que cada vida vaya costando algo o vaya enseñando algo como país, como persona.
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    Siempre tiro a la cabeza porque si no los mato, los dejo locos
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    pero a veces se debe elegir entre el valor o la vida
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    —Pos es que aquí ser chueco es estar derecho.
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    A veces, sin saberlo, uno va en curso de colisión y no puede hacer nada por cambiarlo
  • Victor Martínezciteerde uit2 jaar geleden
    Creo que a víctimas y victimarios deberíamos escucharlos por igual

    sí?

  • Liah Annhciteerde uit3 jaar geleden
    porque en Juárez, y todo México, no sólo se borra la vida, también la memoria, y quienes recuerdan no salen vivos de la historia.
  • Liah Annhciteerde uit3 jaar geleden
    Marta se entera de que su padre ha muerto por un infarto y en vez de ir al funeral, va a la casa y le roba dinero a su mamá. Sabe que, tarde o temprano, cerrará la carpintería que forjaron sus padres, que se acabará la clase media en la que ha vivido y que ella no tendrá cómo comprar la droga.
  • Liah Annhciteerde uit3 jaar geleden
    Ese hijo de la chingada que le cosquilleaba las entrañas era un matoncillo que, al parecer, no quería ni a su madre. Todo el día andaba hasta las cejas de cocaína y mataba a la misma velocidad con la que hablaba. Se vendió al otro cártel y, para comprarse algunos meses de vida, se fue a esconder a una ranchería de Parral. Allá lo encontró la Güera en una cantina. “Me costó trabajo entregarlo porque el bato siempre andaba armado y escoltado”, me dijo la Güera. “Tuve que acostarme con él todo un pinche mes”, reprochó, y después contó que al tipo lo descuartizaron y que a dos de sus escoltas los quemaron.
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