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Joana Marcus

Ciudades de fuego

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  • Solange Anahiciteerde uit2 jaar geleden
    —Da la casualidad de que uno de esos rebeldes cualesquiera es su novio.

    —Da la casualidad de que los dos rebeldes son sus novios —corrigió Charles.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    Gracias a ti, que estás leyendo estas líneas, que has llegado hasta aquí y has acompañado a Alice en su aventura no solo de autodescubrimiento, sino también de crecimiento. No eres solamente un lector, sino el combustible que mantiene viva esta historia, lo que le da significado a esta aventura que es la escritura. Solo puedo desear que te lo hayas pasado, por lo menos, la mitad de bien que yo escribiendo estos tres libros.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    Rhett, al cabo de unos segundos, subió a la terraza y tomó asiento a su lado. Alice lo observó con detenimiento; desde la raíz de su pelo castaño hasta su barba de pocos días; desde sus ojos de un misterioso verde oscuro hasta sus labios curvados en media sonrisa; desde su mandíbula marcada hasta la cicatriz que le recorría la cara; desde los hombros fibrosos hasta las manos desprovistas de sus mitones.

    —¿Cuánto falta para que aparezca el cometa? —preguntó, ajeno al escrutinio al que estaba siendo sometido.

    —Unos minutos. No creo que muchos.

    —Bien. He traído una cosa.

    Rhett desenrolló los auriculares del iPod azul.

    —¿Te apetece escuchar música?

    —Sí. Siempre y cuando pueda elegir yo la canción.

    Pese a que protestó, Rhett puso la lista de canciones que ella solía escuchar.

    Con un auricular cada uno, Alice acomodó mejor a Max sobre su pecho y apoyó la mejilla en el hombro de Rhett, que permanecía con la mirada en el cielo y una mano alrededor del iPod.

    Y, al fin, un brillante cometa surcó el cielo, iluminando las estrellas a su paso.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    —No llegaste a decirme qué nombre habías elegido —intervino Max, mirándola con curiosidad.

    —Ah, verás… —Alice se acomodó mejor con el niño encima—. Hubo un tiempo en que pensamos ponerle un nombre cualquiera, solo para quitarnos el problema de encima, pero al final decidimos elegir uno especial para ambos —concluyó.

    —¿Cuál? —quiso saber Tina.

    Alice sonrió.

    —Max.

    Durante unos instantes el único que se movió fue el niño, que levantó la cabeza al oír su nombre. Alice intentaba no reírse al ver la cara que se le había quedado al pobre Max. Nunca lo había visto estupefacto.

    Tina, por su parte, esbozó una enorme sonrisa.

    —¡Es perfecto! —exclamó emocionada—. ¡Y un detalle precioso! ¿Verdad, Max?

    Él seguía medio paralizado cuando se aclaró la garganta ruidosamente.

    —Sí…, eh… No me lo esperaba.

    —No derrames toda tu alegría de golpe, que se nos contagia —bromeó Charles.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    Siempre que se reunía con sus guardianes, se acordaba de Max. Poco después de la batalla, él y Tina se habían instalado con su gente en Ciudad Gris. La zona militar había terminado adquiriendo un cariz mucho menos estricto y empezó a aceptar tanto a personas mayores como a niños. Decidieron ponerse a cultivar comida, a pescar y a construir casas de colores alegres. Poco después era la zona más segura del mundo conocido.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    —Venga —comentó el guardián supremo—, unámonos a la fiesta. Charles ha abierto una botella de alcohol y se cree que no me he dado cuenta. Quieren celebrar que la ciudad por fin es libre.

    Alice dejó que la guiara felizmente. Levantó la cabeza para mirarlo.

    —¿Eso significa que me he librado del castigo?

    —De eso nada. Voy a asegurarme de que lo cumplas, aunque sea en otra ciudad.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    —Me habría gustado que tú tuvieras la oportunidad de hacer lo mismo.

    —Hacemos lo que podemos con las opciones que se nos dan, ¿no? —bromeó en voz baja, y después dio un paso atrás—. Adiós, Alice. Buena suerte en la vida.

    Quiso responderle, pero notó que Max se estaba acercando a ella. Tras echarle una última mirada a Alicia, se giró para encararlo y supo que nunca más volvería a verla. Sin embargo, no sintió tristeza. De hecho, tuvo la sensación de que, de alguna forma, las dos por fin eran libres.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    Max se acercaba a grandes zancadas con varios soldados a cada lado. Estaba claro que los había visto y, por su expresión, no necesitaron preguntar nada más.

    Estaba furioso.

    La valentía se les evaporó casi en el mismo instante en el que el guardián supremo se plantó ante ellos. Alice trató de esconderse detrás de los dos chicos, pero enseguida se dio cuenta de que habían retrocedido para dejarla sola ante el peligro.
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    —Así que sigues vivo, ¿eh? No hay quien se libre de ti.

    —Lo mismo digo.

    —¡Oye! —Charles agitó la mano con indignación—. Por si no te has dado cuenta, ¡yo también sigo vivo!

    Pero, antes de que Anuar pudiera decirle nada, Rhett se dio la vuelta para mirarlo.

    —¡Es verdad! —exclamó sorprendido.

    —Gracias por darte cuenta de ese detalle diez minutos después de haberme visto…
  • Ivanna Peñaloza Acevedociteerde uit3 maanden geleden
    —Ejem… —carraspeó alguien tras ellos.

    Pero Alice aferró la camiseta blanca de su chico con los puños y lo atrajo más cerca todavía. Necesitaba tener el máximo contacto posible con su cuerpo. Él se lo permitió sin una sola protesta.

    —¡CHICOS!

    Ambos se separaron de golpe y miraron a Charles, que tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido.

    —Siento cortaros el rollo, pero ¡¡¡estamos en medio de una batalla!!! ¿No os parece que ya habrá tiempo para reencuentros tórridos en otro momento?

    Anya se había ruborizado. Era obvio que seguía sin acostumbrarse a ver muestras de afecto.

    —Sí, deberíamos seguir —dijo tímidamente.

    —Exacto, porque eso de comer delante de los que tienen hambre es de muy mala educación
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