El descontento

Al final, en la vida necesitamos pocas cosas: alguien que nos quiera, una cama con grandes almohadones, unas latas de cerveza bien frías y unos tomates que sepan a algo.

quiero volver al pueblo, quiero acostarme a las diez de la noche y dar paseos y no tener que esforzarme por ser alguien. No quiero ser nadie».

Quizás el problema soy yo y no ellos. Quizás una parte de mí debería ser capaz de divertirse en una situación como esta, por ridícula que me parezca.

La humanidad es como un enorme experimento

Qué fácil les resulta a algunos conectar, integrarse, participar. Qué cómodos se sienten en la repetición, en la reiteración de ideas ya dichas, en la comunicación de la superficie

Pienso en todas las veces que nos sentimos solos hasta que aparece alguien, cuando menos te lo esperas, para hacernos sentir parte de algo más.

Como si las mujeres fuésemos drag queens o serpientes que pudiésemos mudar de piel a nuestro antojo o cangrejos ermitaños, dispuestas a encontrar a la siguiente mujer que queremos ser

En la vida real existe el aburrimiento, el desasosiego, situaciones que no sirven para nada porque no conducen a nada, que no hacen crecer al personaje ni avanzar de forma alguna en la trama.

Soy una impostora, una fingidora profesional, una maestra del engaño. Por eso todas mis relaciones fallan. Por eso todos se van. Por eso nadie me quiere. Siento una enorme culpabilidad por todas las cosas que habría podido hacer para no llegar a esta situación, y también por todas las cosas que no hice y que me han hecho terminar así.

Sé que mi cerebro está vomitando hasta la bilis toda la serie habitual de pensamientos intrusivos.