es
Haruki Murakami

Después Del Terremoto

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  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    —. Pero ésta es la sensación que me da. Lo que ven nuestros ojos no tiene por qué ser forzosamente la verdad. Mi enemigo es, a la vez, una parte de mí mismo.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    —. Pero ésta es la sensación que me da. Lo que ven nuestros ojos no tiene por qué ser forzosamente la verdad. Mi enemigo es, a la vez, una parte de mí mismo.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Pero ésta es la sensación que me da. Lo que ven nuestros ojos no tiene por qué ser forzosamente la verdad. Mi enemigo es, a la vez, una parte de mí mismo.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Pero, tal como comprendió Ernest Hemingway, el valor definitivo de nuestras vidas no lo decide nuestra manera de ganar sino nuestra forma de perder.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    —Pues lucharé solo —repuso Rana tras meditarlo un poco—. Claro que, en ese caso, la probabilidad de que pueda vencer a Gusano será sólo algo mayor que la que tenía Ana Karénina de enfrentarse con éxito a la locomotora que se le echaba encima a toda máquina. Por cierto, ¿ha leído usted Ana Karénina, señor Katagiri?
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Tal como escribió Joseph Conrad: «El auténtico terror es el que se siente hacia la propia imaginación».
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    La gente deberá tomar consciencia de la fragilidad extrema de esta gran concentración de seres humanos llamada «ciudad» —dijo Rana sacudiendo levemente la cabeza—. El epicentro se situará muy cerca del ayuntamiento de Shinjuku, a poca profundidad.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Lo que me ha traído aquí es salvar a Tokio de la destrucción.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Lo que me ha traído aquí es salvar a Tokio de la destrucción.
  • José González Lópezciteerde uit7 maanden geleden
    Entonces, ¿para qué viven los osos polares?». Y él, con una sonrisa satisfecha, como si hubiera adivinado sus pensamientos, me hizo, a su vez, otra pregunta: «Y entonces, Nimit, ¿para qué vivimos nosotros?».
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