Ausencias y extravíos

Queda pendiente ese salto complejo —a veces misterioso— que convierte las convicciones en movimiento.

En un mundo que nos hace mendigos de una felicidad sostenida en la propiedad, que embota las risas o las dirige a demanda en programas televisivos, que esquiva la pregunta sobre qué nos importa realmente, un mundo que nos ha enseñado a sonreír justo para salir en la foto o vender seguros, o a reírnos de la fragilidad o la humillación, cabe otra forma de disfrute. Existe una alegría que nace de la creación, del encuentro, de la solidaridad. Una riqueza, esta sí inagotable, de los bienes relacionales, el bienestar no cuantificable de cantar en la calle, subir un monte o ver crecer una comunidad.

Nuestras bocas están en el nudo de muchas realidades esenciales: las palabras, la comida, la sonrisa, el aire, los besos, los gritos.

Hemos crecido naturalizando ideas y construyendo una realidad deforme y tóxica para todo lo vivo. Hemos llegado a creer que no hay forma de organización económica posible más allá del capitalismo, que la tecnología asume la misión de resolver nuestros problemas, que las ventajas para las empresas derivarán en ventajas para trabajadoras y trabajadores, que la tierra es un recurso a explotar, o simplemente el decorado de nuestras vacaciones, que las comunidades son ineficaces gestionando los bienes comunes, que aquí no cabemos todos. Y casi —sólo casi— nos lo hemos creído.

Únicamente cuando el amor se ponga a la cabeza, la Tierra, y la vida sobre ella, volverán a ser seguras. Y no lo serán hasta entonces.»
Responsabilidad y esperanza activa contra los monstruos del desamor.

Tenemos experiencia vital de haber salido adelante en situaciones de colapso. Tenemos experiencia vital de embarcarnos con esperanza en proyectos que no tienen garantizado el éxito. Por ejemplo, cuando tenemos hijas, que nacen crudas, torpes y vulnerables y perduran gracias a la responsabilidad y el compromiso con ellas.

Una investigación de Maria J. Stephan y Érica Chenoweth ha demostrado que es raro que fracase una acción colectiva que haya logrado involucrar en sus picos de movilización a un 3,5 % de la población. Muchas lo han logrado con menos.

Las instituciones son importantes pero hay que tener en cuenta que los partidos políticos que concurren a las elecciones no serán los que abanderen las soluciones incómodas e incomprendidas.

Hacerle hueco al dolor y a la indignación es crucial para desarrollar una esperanza activa.

Pensar lo que querríamos que sucediese y ponerse en marcha para que sea posible. Generar poder.