os poderosos son a menudo personas que en su juventud han demostrado enorme creatividad para expresar algo nuevo mediante nuevas formas. La sociedad les otorga poder porque ansía la renovación y la premia con generosidad. El problema surge más tarde, cuando esos jóvenes creativos se tornan conservadores y posesivos: ya no sueñan con crear nuevas formas, sus identidades están demarcadas, sus hábitos se han congelado y su rigidez los convierte en blancos fáciles. Todo el mundo conoce o intuye el próximo paso que darán. En lugar de imponer respeto, generan aburrimiento: ¡Bájese del escenario!, decimos, deseosos de que otra persona, más joven, diferente, nos entretenga.