Patricia Highsmith

El talento de Mr. Ripley

  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    Se decía que el simple hecho de ir de país en país, admirando sus obras de arte, bastaba para llenar agradablemente toda una vida
  • Lenore Romerociteerde uit6 jaar geleden
    Tom sintió una punzada de dolor en el pecho y se cubrió el rostro con las manos. Era como si, de pronto, le hubiesen arrebatado a Dickie. Ya no eran amigos. Ni siquiera se conocían. Era como una verdad, una horrible verdad, que le golpeaba como un mazazo y que no quedaba allí, sino que se extendía hacia toda la gente que había conocido en su vida y la que conocería: todos habían pasado y pasarían ante él y, una y otra vez, él sabría que no lograría llegar a conocerles jamás y lo peor de todo era que siempre, invariablemente, experimentaría una breve ilusión de que sí les conocía, de que él y ellos se hallaban en completa armonía, que eran iguales.
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    Pero daba igual. El mundo no siempre daba a cada cual su merecido. Él mismo era un buen ejemplo de ello
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    Sus historias eran buenas porque siempre las imaginaba intensamente, tanto que él mismo llegaba a creérselas
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    sus temores imaginarios, que no le servían más que para avergonzarse de sí mismo
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    Tom ya se había fijado, en las reuniones y al ir al teatro, que si un hombre iba vestido con prendas inglesas se trataba forzosamente de un italiano, y viceversa
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    La muchacha suspiró.

    –¡Hombres! Siempre estáis de suerte. A una chica no podría sucederle nada parecido. ¡Los hombres sois tan libres!..
  • Claudia Htciteerde uit5 jaar geleden
    Míster Greenleaf era tan buena persona que daba por sentado que todos los demás seres humanos lo eran también
  • Grullociteerde uit5 jaar geleden
    Cuando el buque puso proa hacia tierra, al llegar a Grecia, Tom se hallaba apoyado en la barandilla, junto a lady Cartwright, que le estaba contando lo muy cambiado que se veía el puerto de El Pireo desde la última vez que allí había estado. A Tom los cambios no le interesaban en lo más mínimo. El Pireo existía, y eso era lo único que le importaba. No era un espejismo que surgiese ante sus ojos, sino tierra firme, tierra por la que él podría caminar, en la que se alzaban edificaciones que podría tocar con sus propias manos..., si llegaba hasta ellas.
  • Grullociteerde uit5 jaar geleden
    Se quedó con la carta en la mano, mirando a su alrededor sin ver nada, hasta que reparó en su propia imagen reflejada en el espejo. Las comisuras de la boca mostraban un rictus de preocupación y en sus ojos se advertía la ansiedad y el miedo. Daba la impresión de querer expresar las sensaciones que le invadían mediante el gesto y la expresión del rostro y, al advertir que ambos eran auténticos, sintió que, de pronto, sus temores se hacían más intensos aún.
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