Otro capitalismo tiene que ser posible

En este capítulo se argumentó que, para afrontar el desafío de innovación del futuro, debemos abrir la discusión, lejos de las preocupaciones sobre la elección de ganadores y la expulsión, y en cambio plantear cuatro grandes cuestiones:[322]

Dirección: ¿Cómo pueden las políticas públicas establecer la dirección y la ruta del cambio? ¿Qué se puede aprender de las formas en que se establecieron en el pasado, y cómo podemos estimular un debate más democrático sobre esa direccionalidad?
Evaluación: ¿Cómo puede una concepción del papel del sector público en la economía (que ofrece una alternativa a la teoría de la falla de mercado) traducirse en nuevos indicadores y herramientas de evaluación para evaluar las políticas públicas, más allá de análisis estáticos de costo/beneficio? ¿Cómo alteraría el relato de expulsión/atracción?
Cambios organizativos: ¿Cómo deben estructurarse las organizaciones públicas para promover la capacidad de toma de riesgos y la exploración, así como las competencias necesarias para visualizar y gestionar los desafíos contemporáneos?
Riesgos y recompensas: ¿Cómo deberíamos enmarcar las herramientas de inversión de manera que socialicen no solo los riesgos sino también las recompensas, para que el crecimiento sea más inclusivo?

Cuanto más exigentes sean los desafíos de innovación como la pobreza, la mala salud o el daño ambiental, mayor será la importancia de políticas efectivas. No se trata de “elegir ganadores”, sino de invertir en una gran cantidad de áreas diferentes (con un enfoque de cartera) con el objetivo de lograr las misiones sociales. Y construir las condiciones más fructíferas para decidir qué es lo que significa “ganar”.[321]

El papel del gobierno no es dirigir empresas comerciales, sino impulsar la innovación en otros lugares. Pero si posee parte del valor que creó, que tiene el potencial de crecer de manera significativa, está en condiciones de generar fondos para reinvertir en nuevas y potenciales innovaciones. Al adoptar un enfoque “de cartera” para las inversiones públicas en innovación, el éxito de unos pocos proyectos puede ayudar a cubrir las pérdidas de otros.[296] De esta manera, se socializan tanto los riesgos cuanto los beneficios.

Entonces, ¿quién recibe la recompensa por la innovación? Algunos economistas argumentan que el sector público obtiene rendimientos por medio de la difusión de conocimiento (nuevos descubrimientos que pueden beneficiar a diversas áreas de la economía) y del sistema tributario (nuevos empleos generados, así como los impuestos pagados por las empresas que se benefician de las inversiones). Pero la evolución del sistema de patentes, que facilitó obtener patentes sobre la investigación preliminar, significa en términos prácticos que la difusión del conocimiento puede bloquearse; no pueden darse por sentados esos efectos indirectos. Al mismo tiempo, el movimiento global de capitales significa que nada garantiza que el país o región que financia las inversiones iniciales obtenga los mayores beneficios económicos, como empleo o impuestos.

Comprender el carácter colectivo, incierto, tácito y persistente de la innovación es crucial para hacer las preguntas correctas (en términos de políticas) sobre cómo lograr un crecimiento inteligente impulsado por la innovación. Los modelos económicos deben ser capaces de dar cuenta de la heterogeneidad y la dependencia de la trayectoria, cosa que no pueden hacer las herramientas estadísticas tradicionales que asumen variables “distribuidas normalmente”.[265]

La innovación, tal como se observa en el mundo real, es muy diferente. A partir de la observación empírica, la perspectiva evolutiva sobre el cambio económico subraya las siguientes características de la innovación: a) es colectiva, caracterizada por un sistema de agentes públicos y privados heterogéneos, que interactúan de diferentes maneras; b) es incierta en el sentido de Knight,[263] con resultados acaso impredecibles cuya probabilidad no se conoce de antemano; c) se basa sobre rutinas que son difíciles de emular incluso cuando las patentes expiran, ya que a menudo son tácitas y están incrustadas en las prácticas organizativas y la memoria institucional,

Estos modelos todavía suponen que la innovación: a) está impulsada principalmente por el ingenio individual de los empresarios individuales, y a lo sumo se ve “facilitada” por el sector público; b) enfrenta solo un riesgo predecible (que de antemano puede cuantificarse con precisión mediante distribuciones de probabilidad bien definidas, como en la lotería) en lugar de una verdadera incertidumbre y c) puede ocurrir cuando sea con la misma probabilidad.

el crecimiento futuro necesitará una forma totalmente diferente de colaboración entre los sectores público y privado, caracterizada por una simbiosis sana que sea sostenible a lo largo del tiempo.

En la dirección equivocada

Una de las pocas cosas en las que los economistas están de acuerdo es que la innovación tecnológica produce crecimiento económico a largo plazo.[246] Se reconoce ampliamente que las inversiones públicas y privadas en investigación y desarrollo (I+D) y en formación de capital humano, con los consiguientes cambios tecnológicos y organizativos, llevaron a un aumento a largo plazo de la productividad y la producción.

Acelerar la tasa de innovación es crucial para el crecimiento a largo plazo y para enfrentar muchos de los grandes desafíos que hoy en día enfrentan las sociedades, como el cambio climático, la escasez de recursos naturales o la mejora de la atención médica. Esto significa volver a pensar el papel de las políticas públicas en la economía y la relación entre los sectores público y privado. El papel del Estado no puede limitarse a corregir las fallas de mercado, como prescribe el modelo ortodoxo; también debe moldear y crear los mercados de manera activa para impulsar formas más fuertes, sostenibles e inclusivas de crecimiento económico.