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Angélica Gorodischer

Trafalgar

Si vas por Rosario y te acercas al café Burgundy es muy posible que te tropieces con Trafalgar Medrano. Si tienes suerte, y no lo interrumpes antes de que entre en calor, tal vez te cuente lo que le pasó durante alguno de sus viajes.

¿Que a qué se dedica que es tan interesante? En realidad, Trafalgar no es más un comerciante, un hombre que va de un lado para otro con su «cacharro» (así lo llama) y ofrece diversos productos allí donde los necesitan. Solo que ese «allí donde los necesitan» no está tal vez donde tú crees, sino en otros planetas, en sistemas solares distintos y en mundos diferentes.

Con una habilidad magistral para convertir el lenguaje coloquial en una herramienta literaria, Angélica Gorodischer consigue aquí una de sus obras más amenas y divertidas. El contraste entre lo cotidiano y exótico, la narración puramente oral, la rápida y eficaz definición de ambientes y personajes, el humor y la ironía que desborda cada relato hacen de Trafalgar un libro para ser leído y disfrutado una y otra vez. Sin duda, una de las grandes obras de una de la mejores autoras en castellano, tanto dentro como fuera del fantástico.
203 afgedrukte pagina’s
Auteursrechteigenaar
Bookwire
Oorspronkelijke uitgave
2022
Jaar van uitgave
2022
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Impressies

  • Ana Saenzdeelde een impressie3 maanden geleden
    👍De moeite van het lezen waard
    🔮Verborgen diepten
    😄Hilarisch
    🐼Schattig

  • Willian Quiñonezdeelde een impressievorig jaar
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Citaten

  • Ana Saenzciteerde uit3 maanden geleden
    Porque hay cosas que no se pueden contar —dijo Trafalgar ese día de tormenta—. ¿Cómo las decís? ¿Qué nombre les ponés? ¿Qué verbos usás? ¿Habrá un idioma apropiado para eso? ¿No más rico, no más florido, sino que tenga en cuenta otras cosas? Estuve en un mundo sin nombre, cubierto de selvas y de pantanos, lleno de animales monstruosos que no me llevaban el apunte, y en un claro de la selva, en una casa de madera blanca con tela metálica en las ventanas y una veleta en la cumbrera, había un hombre sentado en la galería frente a una mesa tomando té. Me senté con él y sirvió té para mí. Después volví a casa. Eso es todo.
  • Ana Saenzciteerde uit3 maanden geleden
    Clientes siempre hay. Señoritas sentimentales tirando a maduras porque las otras no pierden el tiempo leyendo, que compran finales alegres en novelas tristes, o padres primerizos que son una fija para enciclopedias.
  • Ana Saenzciteerde uit3 maanden geleden
    Creo que no solo todos, en todas partes, tenemos conciencia sincrética del tiempo, sino que también en todas partes coexisten las infinitas variantes de lo que ha sucedido y va a suceder y sucede, y que quizás en algunos puntos y en algunos instantes se entrecruzan y crees recordar algo que no has vivido nunca o que podrías haber vivido o que podrías vivir y no vas a vivir, o como en mi caso con el cuenco, que llegas a vivir si se da la casi imposible coyuntura, no me animo a llamarlo casualidad, de dos entrecruzamientos en los que estás presente. Es un recuerdo, porque en alguna o en algunas variantes del tiempo ya lo viviste o lo estás por vivir, que es lo mismo. Y no es un recuerdo, porque a lo mejor en tu línea de variantes eso no ha sucedido ni va a suceder nunca.

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