A sus noventa y siete años, desde la soledad definitiva de su habitación en un humilde hogar de ancianos de Miami, una afamada declamadora de otros tiempos nos confía a corazón abierto todo lo aprendido en su largo e intenso peregrinar por esta vida.
En Carmina Benguría, en su voz cautivadora y decidida, encontramos a una preciada gloria de la época en que los teatros rebosaban de gente dispuesta a vibrar con la fuerza de la buena poesía. Pero, a poco de hurgar en ella, descubrimos en Carmina algo más que la joven que a mediados del siglo XX enamoró a toda Iberoamérica interpretando, dando nueva vida, a los grandes poetas de nuestra lengua; descubrimos que hay algo más dentro de esa persona condecorada por los gobiernos de Cuba, España, Perú y Ecuador con sus máximas distinciones culturales; hay en ella algo más que la mujer cinco décadas exiliada, fiel a sus convicciones humanistas. Simplemente, descubrimos en Carmina a un ser entrañable.
Buena parte de las largas conversaciones del autor con Carmina Benguría sobre la vida y la muerte, el amor y la amistad, personajes destacados de la cultura hispana, sucesos históricos poco conocidos y los misterios del alma, están reflejadas en esta obra.