Lo había hecho lo mejor que había podido. Seguro que Zeus lo vería y estaría orgulloso. ¡Puede que incluso lanzase un rayo, fulminase a Pitón en pedacitos y me salvase!
Tan pronto como lo pensé, me di cuenta de lo ridículo que era. Zeus no se comportaba así. Él no me salvaría como tampoco Nerón había salvado a Meg. Tenía que renunciar a esa fantasía. Tenía que salvarme yo mismo.